Crítica de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Petit Pierre», con Adriana Ozores y Jaume Policarpo
CRÍTICA TEATRO
PETIT PIERRE. Compañía: Bambalina Teatre Practicable (Valencia). Autor: Suzanne Lebeau. Dirección: Carles Alfaro. Intérpretes: Adriana Ozores y Jaume Policarpo. Lugar: Teatro Gayarre. Ciclo “Otras miradas, otras escenas”. Fecha: Viernes 14 de marzo. Público: Un tercio de entrada.
Mecano hipnótico
Pierre Avezard (Fay-aux-Loges, Francia, 1909-1992) fue una persona nacida con el síndrome de disostosis mandibulofacial, que se traduce en deformaciones del rostro y le produjeron, además, sordera (en consecuencia, también mudez) y graves problemas de visión. Muy arropado por sus padres y hermanos, sin apenas asistir a la escuela debido al rechazo que causaba su “cara de víbora”, trabajó como pastor de vacas desde su infancia. Con una habilidad innata para el trabajo manual y fascinado por el movimiento, comenzó a construir a los 28 años un tiovivo gigante del que colgaban un centenar de figuras articuladas, que construía con maderas que recogía del entorno y con metales de deshecho. El carrusel incluye una réplica de 23 metros de la Torre Eiffel, un átomo gigante, flores y plantas de metal y a él mismo como personaje. Su hermano pequeño, ingeniero, confirmó pronto la pericia innata para la mecánica y lo acompañó por diversas ciudades para incentivar su imaginación y brindarle motivos de inspiración.
La estructura móvil, “la manège”, que sigue sorprendiendo a los expertos hoy día con su complejidad y precisión, atrajo a numerosos visitantes en vida de su autor, apodado Petit Pierre. Hoy es considerada una obra maestra del “arte bruto”. Fue desmontada pieza a pieza y vuelta a instalar en el Museo de la Fabuloserie, en Dicy, donde se puede admirar.
La dramaturga quebequesa Suzanne Lebeau, una autoridad internacional en la escritura de teatro para niños, quedó fascinada por la historia y escribió una obra que no tiene estructura dramática, sino que es una narración (de 55 minutos) de la vida de esta persona, contada desde un cariño infinito por su hermana mayor. El relato está muy logrado porque logra atrapar la poética que emana del mecano gigante, y porque lo convierte en una metáfora de la construcción de la pureza y la belleza frente a la maldad, la violencia y la guerra que se suceden en el entorno del artista, que él nunca llegó a captar. El inocente Pierre quedó fascinado por los aviones de guerra que bombardeaban Francia y los reproduce, pero en vez de bombas expulsan la remolacha que alimenta a las vacas. Transforma la chapa de un avión derribado pensado en causar muerte y destrucción en figurillas que transmiten vida y alegría. Baila con su vaca preferida y lo hará eternamente gracias a su tiovivo.
Adriana Ozores y Jaume Policarpo demostraron una vez más ser dos excelentes actores y lograron atrapar al espectador con esta fascinante historia. Ella transmite con sutileza las distintas emociones que sugiere el relato y él tiene la difícil tarea de mover las piezas y ayudar a su “hermana” a contar la historia con muy pocas palabras, tan difíciles de pronunciar y tan expresivas. Lo hicieron desde el interior de un mecanismo giratorio que movieron con precisión y que ayudó a entender el proceso creativo de Petit Pierre. El público agradeció que el espectáculo concluyera con una proyección que permitió conocer al artista en vida y el carrusel en su ubicación original.
Una pieza que no es estrictamente teatro, escrita para adultos por una autora para niños, en un teatro convencional cuando pide proximidad. Otro mecano para estudiar, porque funcionó. Extraño e hipnótico, como la propia vida y obra de Avezard.
POR VÍCTOR IRIARTE. Publicado en Diario de Noticias el domingo 16 de marzo de 2014.
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