Crítica de «Yerma», de Lorca, con Silvia Marsó, en Baluarte
Yerma. Autor: Federico García Lorca. Dirección: Miguel Narros. Interpretación: Silvia Marsó, Marcial Álvarez, Iván Hermes, María Álvarez, Eva Marciel, Roser Pujol, Rocío Calvo, Asunción Díaz Alcuaz, Teresa Quintero, Mona Martínez, Soleá Morente, Paloma Montero, Emilio Gómez, Antonio Escribano. Lugar y fecha: Baluarte, 15/12/2012.
El drama madre
MUCHO público reunido en Baluarte para ver esta Yerma dirigida por Narros. Público no sé si atraído más por Lorca o más por Silvia Marsó, o por ambas cosas al tiempo, que tanto el autor granadino como la presencia en el elenco de nombres populares suelen ser para el respetable factores de atracción que, lo reconozco, encuentro algo misteriosos. Lorca me parece un poeta formidable, pero su producción dramática tan simbólica, tan lírica, tan telúrica, aun llena de imágenes fantásticas, me parece, siguiendo con las esdrújulas, bastante inmóvil. Sobre lo de los nombres conocidos en el reparto, pues bueno, unas veces sale cara y otras sale cruz.
En fin, no quiero decir tampoco que no haya nada de estimable en la obra teatral de Lorca. Sí que lo hay, y mucho. Ya he mencionado su capacidad para producir metáforas que capten el sentido profundo de la realidad a partir de materiales cotidianos, lo que las hace cercanas y comprensibles intuitivamente. Asimismo, es un magnífico observador del espíritu y de la carne del pueblo, lo que le permite crear personajes espléndidos, rebosantes de vida y de dolor, materia prima de la tragedia. Yerma es uno de ellos, una mujer que sufre no sé si realmente por su infertilidad o por la falta de amor. Creo que lo primero es su modo de sublimar la ausencia de lo segundo. En cualquier caso, un pasaporte seguro a la desgracia por el camino, por el via crucis, de la obsesión.
Silvia Marsó da vida a esta Yerma, y lo hace, no puede negarse, con una entrega total. Acaba visiblemente extenuada al final de la función. La cuestión es si es ese el modo correcto de acercarnos al personaje. Diría que no. En general, toda la función tiene el tono de tragedia saturado, y lo digo de manera casi literal: no por decirlos a voces, los conflictos de los personajes suenan más emotivos. Cuando quien incurre en esto es la protagonista, el asunto tiene mal arreglo. Silvia Marsó está en muchos momentos gesticulante en exceso, con una falta de contención que a mí, francamente, me aleja del personaje. Se ve bien, no obstante, la gestación de su desgracia, la única preñez que le dará su vientre, desde el leve sufrimiento inicial hasta la angustia que termina por devorarla, pero todo me resulta desmedido, con una irritante tendencia al subrayado. Arguyo a favor de la actriz, no obstante, que en el segundo acto, cuando Yerma muestra un dolor más sereno, su interpretación me parece que mejora.
Parecidos defectos le veo al Juan que encarna Marcial Álvarez, vociferante y unidimensional. El resto del reparto está irregular: correcto el Víctor de Iván Hermes; un poco envarada la María de Eva Marciel; mejor me resultó María Álvarez dando vida a la Vieja Pagana.
Si de las interpretaciones salí un tanto escamado, al menos sí que quiero destacar la buena puesta en escena de Miguel Narros, con una hermosa escenografía impregnada, me parece, de cierta atmósfera daliniana. Las escenas son dinámicas y están bien dirigidas. Y la música de Enrique Morente (una de cuyas hijas, por cierto, está en el reparto) contextualiza el drama y le aporta intensidad.
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