La compañía El Bardo estrena este domingo, 25 de marzo, su versión de Bodas de sangre, de Federico García Lorca, con el cartel de «entradas agotadas», que ha obligado a programar una segunda función para el sábado 31 de marzo.

Intérpretes: Carmen Nadal, Covadonga Peralta, Imelda Casanova, Carol Vázquez, Elena Uriz, Raquel Aldaz, Ana Belén Cabrera, Noemí Alcalá, Lara García, Javier Chocarro, Xabier Flamarique, Pablo Asiain, Javier Briansó, Fernando Eugui, Manolo Almagro, Txuma García, Ekhi Ocaña y
Urko Ocaña.

Atrezzo y utilería: El Bardo
Vestuario: Aitziber Sanz, Aiora Ganuza
Imagen y Escenografía: Paco Ocaña
Realización escenografía: El Bardo
Iluminación: Jose Mª Ballesta
Dirección musical y Sonido: Ekhi Ocaña
Producción y Coordinación: Fernando Eugui
Ayudante de Dirección: Carol Vázquez
DIRECCIÓN: Paco Ocaña


Paco Ocaña dirige un montaje acariciado durante años, «y cuando ya había pensado en dejar el teatro». El Bardo, compañía teatral de Villava, se estrenó con El Gran Blasfemo, en torno a la figura de León Felipe, que ahora da el relevo a esta tragedia lorquiana en la que el grupo aglutina teatro, poesía, música, canto y baile, en su empeño de tener una voz propia en el ámbito del teatro aficionado. Lorca escribió la obra en 1933, y es de las más populares junto con Yerma y La casa de Bernarda Alba. Las tres hablan de sentimientos y de pasiones tremendamente humanas. En el caso de Bodas de sangre, Lorca se basó en un suceso real acaecido en Níjar (Almería) en 1928, pero lo llevó a su terreno, mezclando la realidad con elementos mágicos y oníricos e inventando personajes cuya presencia es, en algunos casos, una premonición de lo que está a punto de desencadernarse.

Para dar su propio toque al espectáculo, Ocaña ha apostado por introducir música en varios momentos, destacando la nana inicial y la interpretación de tres temas cuya música compuso el mismo Lorca. El resto de las melodías han corrido a cargo de Ekhi Ocaña. Lorca construye una tragedia cargada de lirismo y de elementos simbólicos, sobre todo en el tercer acto, con la aparición de personajes como la luna, la mendiga o los leñadores. Pone en escena pasiones universales y «primarias» como el amor, el odio, el deseo de venganza o la amargura y lo hace usando la prosa y el verso, lo que, a juicio del director, «ha complicado más el montaje, pero lo hace más auténtico».

Difícil ha sido también combinar los ensayos del elenco, ya que, si bien El Bardo ya existía, para esta ocasión «necesitábamos gente de todas las edades», de ahí que el proceso de selección haya sido largo, pero muy fructífero, ya que en la obra hay actores y actrices con edades entre los 18 y los más de 60 años, «procedentes de casi todas las compañías que existen ahora en Pamplona». Y todos participan «de manera vocacional y desinteresada». Lo mismo que los responsables del apartado técnico, donde esta vez destacan las creadoras del vestuario, Aitziber Sanz y Aiora Ganuza, que han elaborado distintos trajes para cada situación y personaje. En cuanto a la estética, se ha optado por sintetizar la escenografía al máximo y jugar con la iluminación para generar los espacios donde se desarrollará el drama.