Los habitantes de la casa deshabitada. Autor: Enrique Jardiel Poncela. Dirección: Ignacio García. Intérpretes: Pepe Viyuela, Juan Carlos Talavera, Manuel Millán, Ramón Serrada, Pilar San José, Abigail Tomey, Susana Hernández, Matij Kuiper, Eduardo Antuña, José Manuel Aguilar, Paloma Paso Jardiel. Lugar y fecha: Baluarte, 28/01/12.

El tiempo de la comedia

LOS habitantes de la casa deshabitada, dirigida por Ignacio García, comienza con una (prescindible) voz en off de un supuesto Jardiel Poncela de ultratumba avisando al espectador de que la función que va a ver se ofrecerá tal como fue presentada el día de su estreno, un lejano 29 de septiembre de 1942. No tengo nada en contra de esta pretensión de fidelidad. Tampoco tengo nada a favor. Mientras el resultado sea bueno, la apuesta por la autenticidad o su perversión más rabiosa me parecen defendibles. Me acuerdo, eso sí, de la excelente versión deAngelina o el honor de un brigadier que firmó hace poco Juan Carlos Pérez de la Fuente, y que rescataba el uso de los telones pintados para obtener un aire decimonónico que casaba muy bien con la época de la acción, sin que la obra perdiera un ápice del espíritu de actualidad que se buscó con otros recursos de la puesta en escena. Era un Jardiel para el siglo XXI, que demostraba que el comediógrafo puede estar vivo en sus obras sin necesidad de que se le rescate a través de psicofonías de pega.

No encuentro el mismo resultado en esta función. Entiendo, ante todo, la dificultad del intento. Las comedias de Jardiel no son, contrariamente a lo que algunos creen, facilones vehículos para lograr la risa. En Los habitantes de la casa deshabitada hay una multiplicidad de tonos que se cruzan y superponen, y que requieren un tratamiento individualizado sin descuidar al tiempo una visión de conjunto que los unifique. Tenemos la parte más cómica representada por Gregorio, el chófer que nunca conduce, y Rodriga, un divertido hallazgo y que sería algo así como la traslación al interior de la obra del típico listillo que predice siempre lo que va a suceder en la función. Está por otro lado la trama seria, representada por la historia de Sibila y su trágico destino, del que Raimundo, un galán a la manera clásica, viene a rescatarla. Y la tercera pata de este banco sería la parte más aventurera, relacionada con el misterio que rodea a la casa deshabitada. Por si fuera poco, Jardiel entreteje las subtramas con un rebuscadísimo argumento marca de la casa que requiere en determinados momentos largas explicaciones.

Creo que la dirección de Ignacio García ha cuidado, al menos en la primera mitad de la comedia, de no forzar la comicidad de los personajes y situaciones en aras de una mayor naturalidad. No me parece mal. Lo que sí me parece es que se descuida el tempo que requiere la comedia y que el ritmo se hace algo renqueante, amén del habitual espacio explicativo que siempre requería Jardiel para echar a andar sus planteamientos. Me parece que las apariciones fantasmagóricas están también algo desaprovechadas.

En la segunda mitad, la cosa mejora. Recuperamos algo de pulso en un ritmo que se iba desvayendo. Coincide con la aparición del personaje de Rodriga, interpretado por Paloma Paso Jardiel, ahora sí, en clave de pura comedia. Tiene gracia, y sus réplicas con un Pepe Viyuela que necesitaba como el comer alguien que le obligara a sacar el fondo humorístico de su personaje son seguramente lo mejor de la función. Eso sí, cuidado porque a veces a Paloma Paso se le subleva el personaje y le sale un ramalazo linamorganescopeligrosillo.

Con todo, la obra levanta el vuelo y aún acabaría en positivo si no fuera por un final en el que, de nuevo, las explicaciones deben alternarse con una persecución desenfrenada. Más que alternarlas, hay que colarlas de rondón mientras se corre (Jardiel, Jardiel…). Pero bueno, tal vez se le hubiera podido sacar partido a la situación por la vía del humor. En cualquier caso, la escena me parece un correcalles bastante deslucido, en tierra de nadie entre una verosimilitud imposible y un frenesí toscamente amañado.