Mujeres de Shakespeare. Autor, director e intérprete: Rafael Álvarez El Brujo. Violinista: Javier Alejano. Lugar y fecha: La Cava (Olite), 15 y 16/07/11. Público: rozando el lleno (en la función del 15).

La invención de lo femenino

Hace un par de años fue la lluvia (qué digo: un diluvio) lo que le arruinó una función al Brujo en Olite. Esta vez, se la dificultó el viento. Teniendo en cuenta que había ingleses por medio, viene bien la referencia a la imposibilidad de luchar contra los elementos con la que Felipe II justificó el fracaso de la Armada Invencible. ¿Y qué hizo el viento? Pues, sencillamente, desperdigarle los papeles en los que lleva anotadas las citas que componen la esencia del espectáculo Mujeres de Shakespeare. Porque ya aclaró mientras las recogía del suelo del escenario, a modo de improvisado prólogo, que la obra está recién compuesta y todavía no la controla a satisfacción. «Es un work in progress», se justificó irónicamente. Visto lo visto, creo que todavía le falta bastante de progress. Y tal vez algo de work.

El propio actor tuvo que ser consciente de que no estaba ofreciendo lo mejor de sí mismo cuando prometió volver sin papeles y sabiéndose bien el texto. No me agrada tener que valorar un espectáculo cuyo resultado se ha visto afectado por un incidente más o menos técnico, pero es lo que tiene el teatro: la unicidad de cada representación. Esa es su magia, aunque también su maldición. También para juzgar lo visto. La obra me pareció, desde luego, imperfecta. No sé si acertaré a diferenciar la parte de esa imperfección debida al incidente de los papeles de la que se debe a defectos de la propia concepción del montaje.

Se vio que el texto avanzaba a veces a trompicones, y que crecía cuando Rafael Álvarez se apoyaba en la seguridad de una cita bien anotada. Pero, con todo, me resultó algo deslavazado, disperso (tarda casi media función en entrar en materia), y en parte escaso de una unidad que el tema no termina de abarcar: no se trata de las mujeres de Shakespeare, sino de las mujeres de algunas de las comedias de Shakespeare. Un punto de partida de mínimos en el que no se termina de profundizar ni con la ayuda del egregio Harold Bloom, de cuyo libro Shakespeare, la invención de lo humano (qué título más hermoso), El Brujo ha tomado muchos de los materiales con los que ha construido su función.

Se habla mucho de la Rosalinda de Como gustéis; algo menos de la Catalina de La fierecilla domada; poco de la Rosalina de Trabajos de amor perdidos; y de pasada de Julieta, de Romeo y Julieta (obra que de comedia tiene poco). La distribución del tiempo resulta desequilibrada, y la exposición me parece algo superficial. No se termina de captar la esencia de cada personaje, muy distintos entre sí, además, como para saltar de uno a otro sin dejarse parte de la coherencia en la pirueta. Sin contar con que, a mi parecer, en las tragedias hay mujeres que, como personajes, son bastante más interesantes: Lady Macbeth, por supuesto, y Cordelia o Cleopatra, pero también Ofelia, Gertrudis, y hasta Crésida o Jessica, la hija de Shylock. En fin, entiendo que esto habría sido otra obra, casi una conferencia, y no el relato desenfadado que pretendía su creador.

Asumo, además, que a una función de El Brujo se va a verle a él. Y si el otro día hubo relativamente poco Shakespeare, las circunstancias obligaron a que hubiera mucho Brujo. Hace honor a su apodo cuando se trata de llevar de la mano a un público seguramente más deseoso de humor que de lecciones shakespearianas. El conjunto quedó un tanto incrustado de elementos extemporáneos, pero efectivos para lograr la risa y para evitar silencios que mataran la continuidad de la obra. Shakespeare representará la invención de lo humano, pero El Brujo de invenciones sabe también un rato.