Iñaki Gordejuela Hierro, uno de los pioneros de la gestión cultural en Navarra, falleció el pasado martes en su ciudad natal a los 62 años tras una enfermedad que se le detectó hace apenas cuatro meses y que sus amigos jamás imaginamos iba a seguir un curso tan acelerado. La gestión cultural es un oficio que apenas suma cuatro décadas de existencia en nuestro país y en estos años precisamente se están jubilando los que sentaron las bases de una profesión hoy imprescindible, con lo que su desaparición precipitada deja un gran vacío en el sector.

Licenciado en Geografía, su gran afición y conocimientos musicales le condujeron hacia un trabajo en el que estaba casi todo por inventar y que requería de cualidades de las que él estaba sobrado: amplia cultura, sentido crítico, capacidad de organización y un talante dialogante para mediar con políticos y artistas, perfiles para los que se requiere paciencia y mucha mano izquierda. Además, destacó por un afán continuado por formarse y aprender. Fue el segundo navarro que se graduó en el prestigioso master de la Universidad Complutense de Madrid, en su segunda promoción (1993-1995), y en 2016 se doctoró en la UN con una tesis de un tema del que era experto. Su trabajo queda ahora como referente ineludible: Las infraestructuras culturales para la difusión de las artes escénicas en Navarra. El modelo de casa de cultura. En su facilidad innata para singularizarse, podía presumir de ser el último investigador de España en doctorarse según el antiguo procedimiento, pues leyó su tesis el último día hábil para ello.

Comenzó en el oficio en su propia empresa, para ser después y durante casi tres décadas gerente del Patronato de Cultura del Ayuntamiento de Burlada. En dos periodos, puesto que durante dos legislaturas trabajó en el Departamento de Cultura y Turismo del Gobierno foral como director de programas artísticos. Fue también  profesor de gestión cultural en la Universidad de Navarra, donde imantó la pasión por el oficio a estudiantes de humanidades en dos asignaturas: Teoría y técnica de la GC y Diseño y gestión de programas culturales.

Personalmente, me gustaría destacar su bonhomía y generosa disposición para ayudar. En 2013 se puso en marcha la actual Red de Teatros de Navarra (RTN) como asociación de ayuntamientos, tras una experiencia fallida anterior liderada por la Federación Navarra de Municipios y Concejos que generó notable crispación y hondo malestar en el sector. El entonces alcalde de Burlada, Juan Carlos González, en un ejemplo de solidaridad intermunicipal –era el municipio de mayor población entre los fundadores de la Red–, ofreció la Casa de Cultura y todas sus dotaciones para que fuera también sede de la entidad. Poder trabajar pared con pared con Iñaki Gordejuela fue una ayuda impagable para poner en marcha una estructura que nació en plena crisis, en medio de urgencias estresantes, muy limitados medios y notables reticencias, cuando no actitudes obstruccionistas que gracias a personas como Iñaki se pudieron solventar. Su apoyo incondicional y sus atinados consejos ayudaron enormemente a forjar consensos, resolver entuertos y solucionar los continuados problemas e imprevistos que se sucedieron en aquellos complicados primeros pasos. Por aquel asesoramiento desinteresado muchos le estaremos eternamente agradecidos. El primer  presidente de la RTN, Jesús Mari Rodríguez, entonces alcalde de Ribaforada y hoy director general de Administración Local y Despoblación del Gobierno de Navarra, bien lo puede corroborar.

El otro aspecto de Iñaki Gordejuela que me gustaría destacar es su vocación de servicio público. Era de esos profesionales de raza que consideran que una sala desocupada o un escenario vacío en un espacio cultural no deben computarse como un ahorro en luz y limpieza –que hay quien así lo considera–, sino que son un derroche que una entidad pública no se debe permitir. Muy consciente de la fragilidad del tejido cultural y artístico, fue de esos contados que creyó en la colaboración público-privada, que tanto se cacarea y tan poco se aplica. Él la puso en práctica de una forma tan efectiva como imaginativa, sabedor de su importancia en épocas de presupuestos menguantes. Así, gran cantidad de artistas o promotores que llegaron a su puerta con un proyecto atractivo para la ciudadanía –un concierto, una exposición, un ciclo de conferencias, un estreno teatral– encontraron siempre en él a un facilitador, un catalizador dispuesto a ofrecer soluciones contractuales para hacer realidad una ambiciosa programación mediante la cesión de espacios, acuerdos mixtos a caché y taquilla, programaciones a riesgo compartido, fórmulas de patrocinio, residencias y cualesquiera que permitieran a los burladeses y comarcanos disfrutar de una programación amplia y variada, y a los artistas poder exhibir su trabajo y vivir de su profesión. Gracias a esta labor, con un presupuesto ajustado y un atinado aprovechamiento de programas como Platea, en 2014 logró batir todos los récords de un espacio de la Red con 15.385 espectadores de pago y 49.341 usuarios en once meses, cifra que hoy se antoja inalcanzable. Los años en que pudo desarrollar su gestión sin cortapisas convirtieron a la casa de cultura de Burlada en un ecosistema vivo y sugestivo y en el epicentro de la música pop-rock en los espacios públicos de Navarra. Su atención a expresiones minoritarias como el ballet, la danza, la música clásica o la zarzuela hicieron de Burlada un referente para muchas entidades culturales y espectadores atentos.

“Como dice el bolero, déjame que te cuente limeño”. Así comenzaba el guasap que me envió el pasado 1 de junio para anular el café que nos habíamos prometido para el día siguiente y en el que me comunicaba su enfermedad recién detectada. Con el fino sentido del humor que le caracterizaba, su buen gusto musical y el optimismo innato que seguramente le transmitía su concepción cristiana de la vida. Entonces esas palabras me tranquilizaron, hoy me inundan de tristeza más si cabe. Estaba orgulloso de sus seis hijos, de los que tanto presumía cada vez que iban cumpliendo metas profesionales y personales. Hoy le lloran junto a su mujer y a su primera nieta. En el tanatorio, las tres filas de ramos de flores que hubo que colocar en la misma sala de visitas, porque literalmente no cabían en el recinto donde se ubicaba el féretro, son buena muestra del dolor que su marcha deja entre los suyos y de lo mucho que artistas y compañeros le vamos a echar de menos.

Víctor Iriarte es gestor cultural, periodista y dramaturgo. Fue secretario técnico de la Red de Teatros de Navarra de 2013 a 2016.