Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «El juego del amor y del azar», de La Trapera de Peralta, en Villava
CRÍTICA TEATRO
EL JUEGO DEL AMOR Y DEL AZAR. Autor: Pierre de Marivaux. Grupo: La Trapera Teatro (Peralta). Director: José Gómez-Friha. Intérpretes: Puy Ruete, Arantza Hernández, Pili Moreno, Javier Merino y Patxi Jericó. Diseño de vestuario: Sara Roma. Lugar: Teatro de la Casa de Cultura de Villava. Fecha: Viernes 18 de marzo. Público: 150 espectadores.
Pasiones y convenciones sociales
Marivaux estrena la que será su pieza más recordada (junto con La doble inconstancia) el 23 de enero de 1730 en el Teatro Italiano de París, un marco adecuado pues su obra es heredera de la tradición de la comedia del arte (al criado lo llama Arlequín), aunque ya literaturizada por Goldoni. Tiene la trama un puntito perturbador para el público del momento, pues su eje es el amor entre señores y criados, aunque todavía enmascarados y ocultando su verdadera identidad. En esa época, un caballero no es que no pudiera mirar a una criada con propósitos serios, es que ni siquiera la veía, con lo que plantear un casamiento por amor era, sencillamente, imposible.
Silvia ha sido comprometida en matrimonio con Dorante aun sin conocerse. Pero Orgón, el padre (en esta versión madre), promete no casarla contra su voluntad. Así que la chica le pide permiso para cambiar su rol con la criada Liseta cuando reciba en casa al pretendiente. Así podrá observarlo fríamente antes de tomar una decisión. La misma idea la ha tenido el chico, quien presta sus ropas a Arlequín, aunque el padre de él ha tenido la deferencia de avisar por carta a la señora Orgón. Ésta complica el enredo, pues alienta a Liseta a amar a Arlequín, quien se ha prendado de ella creyéndola una dama. Silvia se siente atraída por el criado, lo que le genera un desconcierto interior que da lugar a un delicioso juego de galanteos y malentendidos. Es la lucha entre la naturaleza y la razón (aquí, la convención social). Descubierto el pastel, cada oveja irá con su pareja, para alivio del público bienpensante de la época.
Esta versión ha suprimido un personaje, Mario, hermano de Silvia, y la escena en que pone celoso a Dorante haciéndole creer que también está enamorado de la criada (que es su hermana disfrazada). Introduce una alusión de actualidad, sobre el maltrato, en la confesión inicial de Silvia cuestionando el matrimonio y peina algunos diálogos en detrimento de la comicidad general, pues no acentúan lo que de torpe, vulgar y afectado tiene el criado Arlequín haciéndose pasar por Dorante. Queda, por eso mismo, como el personaje peor dibujado de todos.
La puesta en escena, que firma el director, parece inspirada en la Trilogía del veraneo de Toni Servillo y tiene sus aciertos. Un telón panorama cuyo color cambia en función de las emociones de los protagonistas enmarca una balconada con arco de medio punto y transparente que luce bien para el juego dentro-fuera de la habitación. El teatro neoclásico tiene unos códigos claros (tres unidades, movimiento de los personajes, etc.) y es una lástima que Gómez-Friha no los haya mantenido. En una decisión torpe y gratuita, lleva al patio de butacas la escena más conmovedora: cuando Dorante descubre a Silvia su verdadera condición. También hubiera ganado el montaje siempre con música francesa. Destaca el vestuario de ellas y peca de poco contrastado el de ellos. En la representación hubo escenas mal iluminadas.
Las calidades de La Trapera son evidentes y siempre es un gustazo verlos. Sus intérpretes son solventes y destacan Javier Merino como Dorante y Pili Moreno en el rol de madre muñidora. Puy Ruete aprovecha bien su presencia escénica como Liseta, aunque hubiera ganado matizando más la dualidad criada-dama. Arantza Hernández, Silvia, logra sus mejores momentos en los tonos intimistas.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el domingo 20 de marzo de 2016.
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