SASHA WALTZ E INVITADOS, COMPAÑÍA DE DANZA. Programa: La siesta de un fauno, música de Debussy, coreografía de Sasha Waltz. Escena de amor, Berlioz/S. Waltz. Consagración, Stravinsky/S. Waltz. Programación: ciclo del Baluarte. Lugar: sala principal. Fecha: 17 de marzo de 2016. Público: tres cuartos de entrada.

La sombra de Pina B. es alargada

Quien no haya visto la Consagración de la Primavera de Pina Bausch habrá quedado impactado por la bronca violencia Sasha Waltz hace del clásico de Stravinsky. Los que tengan en la retina la rompedora propuesta de la genial coreógrafa ya desaparecida, habrán disfrutado, pero sin el impacto de lo estrictamente novedoso. De todos modos hay que decir que el paso por Baluarte de este prestigioso grupo alemán, nos ha dado un bello espectáculo, con tres obras muy diferentes, y con la Consagración como la que más llegó al público.

Comenzó la velada con una muy bien traída Siesta del Fauno al ambiente de un club de vacaciones, con su colorista vestuario, y esa tediosa lentitud de la hora de la siesta que invita a la sensualidad. Es cierto que aún pesa mucho la coreografía de Nijinski -sobre todo, porque en un solo cuerpo se concentra lo que aquí hacen once bailarines-, pero esa puesta en escena es francamente novedosa. La escena de amor, la segunda obra del programa, es un paso a dos que Lorena Justribó e Ygal Tsur ejecutan con un fraseo muy ligado, dibujando los intensos efluvios líricos que surgen de la música de Berlioz. Es un número muy bello, pero un punto blando y falto de algún paso de más riesgo. Son muy correctas las elevaciones, el entramado amoroso de los dos cuerpos, algunos detalles originales de Julieta con su Romeo en el suelo, pero no terminó de llegar al público toda la emoción romántica.

Con la versión que hace Sasha Waltz de la Consagración de la Primavera cambió radicalmente el panorama. Toda la amabilidad visual anterior, tanto en movimiento como en vestuario, se torna en ocres terrosos, pasos abruptos y ambiente predominantemente violento que culmina, claro, con el sacrificio de la elegida, esta vez rendida por un solo de danza agotador. La enorme fuerza de la música se acomoda muy bien en secciones grupales de bailarines, para abarcar y dibujar mejor el imponente ritmo. Parte la señora Waltz de un concepto global de lo sagrado; y, así, en ese ambiente de la celebración de un sacrificio profano, hay, sin embargo, diversos apuntes, concretos, hermosos y bien realizados, de diversas religiones y sus fenomenologías: vírgenes oferentes egipcias, calvarios y cruces, posiciones de la religión hindú, y, por supuesto, todo lo referente a los sabios de la tribu y la dependencia de la madre naturaleza. Es una danza que incide, sobre todo, en la violencia y ritmo de la música. Incluso ese ambiente perturbador, queda acentuado por la presencia inquietante de dos niños un tanto desamparados, que pululan entre los bailarines. Impactante, hermosa en su violenta narración, bien realizada en las simetrías terrosas de los grupos, esta coreografía bien podría ser un homenaje a la siempre recordada Pina Bausch.

Por Teobaldos. Publicado en Diario de Noticias el sábado 26 de marzo de 2016.