Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Maravilla en el país de las miserias», de Atikus, en Mutilva
CRÍTICA TEATRO
MARAVILLA EN EL PAÍS DE LAS MISERIAS. Compañía: Atikus (Navarra). Autor: Ángel Sagüés a partir de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, y Macario, de Juan Rulfo. Dirección: Ángel Sagüés. Intérpretes: Ane Sagüés Abad y Jon Muñoz Capellán. Músicas: Cheb Mami y Anton Dvorak. Coreografía: Eukene Sagüés. Lugar: Casa de Cultura del Valle de Aranguren, en Mutilva. Fecha: Viernes 18 de diciembre. Público: Diez espectadores.
Contra todas las guerras
En noviembre de 2004 Ángel Sagüés estrenó en el Teatro Gayarre una dramaturgia a partir de un relato de Juan Rulfo, Macario, ambientado en el México de las guerras cristeras. El protagonista era un joven deficiente mental ocupado en espachurrar ranas junto a una poza mientras describía su vida miserable. Ese mismo material lo ha utilizado el director con más libertad que entonces para contarnos una historia de niños que sufren un conflicto bélico, que localiza en un país árabe. Una pieza de apenas 50 minutos que nos acerca la realidad sangrante que la televisión vomita a diario desde Irak, Siria o Libia.
Maravillas, la niña protagonista, caza ratas en la alcantarilla que ha convertido en su refugio y lugar de juegos. Allí guarda sus tesoros, entre ellos un ejemplar de Alicia que le hacen imaginar un mundo mejor, lo que le ayuda a superar la tensión cuando suenan bombas y tiroteos. La obra se mueve con elegancia desde el realismo crudo del escenario, bien fijado en las proyecciones iniciales de una ciudad arrasada por las bombas en una tristona gama de grises, hasta un teatro poético al que nos conduce la imaginación de la niña que se siente un personaje más del relato de Lewis Carroll.
Ane Sagüés, que se nota ha recibido el veneno del teatro por vía parental, y Jon Muñoz, que interpreta al niño con el que la ella primero pelea y luego juega, consiguen una interpretación que sólo cabe tachar de excelente si se tiene en cuenta su edad, 17 y 14 años de edad. Se mueven ambos con soltura en escena, bailan estupendamente dos coreografías con música árabe y han creado unos personajes creíbles que logran transmitir toda la ternura e ingenuidad de unos niños cuya infancia les ha sido robada. Con su permanente vivacidad, sus carreras continuas y sus luminosas entradas y salidas del desagüe del que siempre surgen coloristas sorpresas, Ane obtiene momentos conmovedores, incluso cuando come tierra o se vuelve agresiva. No es tanto una discapacitada mental, como apuntaba el cuento original, sino alguien bajo los efectos de estrés postraumático. El personaje que interpreta Jon ofrece un sugestivo contrapunto realista. En vísperas de Navidad, viendo a ambos personajes soñar con una casa con baño y agua corriente, comida en el plato a diario y la diversión que garantizaba la escuela cuando estuvo abierta, la propuesta logra su objetivo de tocar la fibra sensible del espectador.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el lunes 21 de diciembre de 2015.
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