CRÍTICA TEATRO

EDITH PIAF. CIEN AÑOS DE UNA LEYENDA. Producción: Edith Piaf Trío (Navarra). Guión y dirección artística: Ysi Kalima. Edith Piaf Trío: Ysi Kalima (voz), Luis Notario (piano) y Jorge París (acordeón). Músicos colaboradores: Mario Díaz de Rada (trompeta), Gorka Gaztambide (batería) e Iván San Miguel (contrabajo). Actriz narradora: Asun Abad. Bailarines: Carmen Larraz y Andrés Alarcón. Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: Sábado 19 de diciembre. Público: Lleno.

Una vida sin tonos rosa

Nada más peligroso que un espectáculo misceláneo que trate de juntar distintas disciplinas sobre el escenario, especialmente si no se cuenta con un director de escena que tenga una idea clara en la cabeza para saber qué sobra y qué falta y cómo dar unidad al conjunto. No lo había en el espectáculo en homenaje a Edith Piaf, y ese totum revolutum donde se mezcla música con un relato teatralizado, danza contemporánea y proyecciones audiovisuales se vuelve en contra de la idea original, que es buena y tiene atractivo para el público, pues llenó el Gayarre en vísperas de Navidad. La puesta en escena fue pobre y le faltó ritmo, llegó corta de ensayos y sobraron fallos técnicos, aunque el público, cómplice desde el minuto uno, aplaudió generosamente.

Edit Piaf (1915-1963), la gran dama de la canción francesa, nacida en la calle hija de artistas ambulantes, con una vida sentimental compleja, adicta a los opiáceos, que mostró una actitud valiente durante la ocupación alemana, generosa y desprendida con todos menos con ella misma, está en la historia por la voz rasgada, única en el mundo, con la que interpretó temas memorables como La vie en rose o Non, je ne regrette rien.

En esa música inmortal reside la fuerza del espectáculo, los grandes temas que nunca nos cansamos de escuchar, muy bien seleccionados e interpretados por los cinco excelentes instrumentistas, perfectamente sincronizados y con detalles que les permitieron lucimientos individuales. Magnético Jorge Paris al acordeón y ejemplar la dirección de Luis Notario desde el piano. Es imposible imitar la voz de Piaf, pero Ysi Kalima estuvo cerca de lograrlo en varios temas, lo cual es meritorio, aunque su actuación fue desigual: tuvo problemas en algunos registros, estuvo mejor el Padam Padam del bis que el anterior y no logró transmitir la fuerza e intensidad que requiere La vie en rose.

Las canciones se intercalaban con el relato de la vida de la intérprete, pero el guión no funciona, porque no hila vida y música, que hubiera sido lo interesante, y carece de tesis, por muy personal que fuera. Dicho de otro modo, el espectador sale del teatro como entra, sin descubrir los porqués de una personalidad tan deslumbrante o de  cómo su peripecia vital influyó, si es que lo hizo, en su trayectoria artística. Es un cosido de Wikipedia apresurado y plano, que dicta la hermana de la artista. Asun Abad estuvo segura en sus intervenciones y trató de insuflar vida al texto, aunque perdió en varios momentos el tono afrancesado impostado, que perfectamente hubiera sobrado. Carmen Larraz y Andrés Alarcón proponen unos pasos de danza contemporáneos en su estilo característico, que tampoco terminan de funcionar pues su baile no casa con la música. Sólo un dueto ayudados de paraguas se acercó a la poética que el espectáculo trata de alcanzar sin conseguirlo en ningún momento.

Hubo fallos técnicos en los audiovisuales (que nada aportan al relato) y la iluminación manchó medio techo del Gayarre y molestó al público del Paraíso, afeando el conjunto. La falta de ritmo y continuidad entre tema y tema musical, las erratas del programa de mano y los colegiales saludos finales, todo impropio de un espectáculo profesional, afearon un trabajo que, si logra afinarse, tiene futuro, pues la “gasolina Piaf” garantiza un largo recorrido.

POR Víctor Iriarte. Publicado el lunes 28 de diciembre de 2015.