CRÍTICA TEATRO

CITIZEN. Compañía: Chévere (Galicia). Dirección y dramaturgia: Xron. Guión: Manuel Cortés. Intérpretes: Patricia de Lorenzo y Manuel Cortés. Arreglos sonoros: Xacobe Martínez Antelo. Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: Sábado 14 de noviembre. Público: Cuatrocientos espectadores.

Empanada gallega 

Hace un año se presentó en Pamplona Chévere con Eurozone, una crítica radical al funcionamiento de la Unión Europea tras la crisis de la zona euro. El propio grupo definía su trabajo como “panfleto”. La originalidad del proceso creativo no era sólo la utilización de temas de actualidad con fuerte contenido social, sino la forma en que envolvían la propuesta, construyendo la dramaturgia a partir de películas conocidas. En aquel caso era Reservoir Dogs, de Quentin Tarantino, y tenía su ingenio que los jerifaltes de la UE acabaran de cometer un atraco fallido y dialogaran sobre lo sucedido. Eurozone era un trabajo desigual, con momentos brillantes y otros chuscos, pero a los días los gallegos recibieron el Premio Nacional de Teatro a su trayectoria. O sea, que algo tiene.

Vuelve un año después el grupo con un esquema similar. El “tema” es el gallego Amancio Ortega, el creador del imperio Zara. El envoltorio, Ciudadano Kane, la película en la que Orson Welles criticaba al magnate americano de la prensa amarilla William Randolph Hearst. El filme estaba planteado como una investigación (fallida, por cierto, como este Citizen): encontrar un sentido a la última palabra pronunciada por Kane antes de morir, “Rosebud”. En el caso que nos ocupa, la compañía se inventa que el también gallego Francisco Franco pronuncia en su lecho de muerte el 20 de noviembre de 1975 la palabra “Globalizacion” nueve días antes de que –esto es cierto– Ortega abra su segunda tienda en La Coruña con el nombre de “Global fashion”. A partir de ahí, desarrolla un encuentro –imaginario– en el local a punto de inaugurarse entre el empresario textil y una estudiante gallega de izquierda revolucionaria a propósito de sus métodos comerciales. Al final, ambos acaban teniendo una relación sexual consentida, que seguramente es metáfora de algo que se no se acaba de entender.

El planteamiento de Chévere está cogido con pinzas y funciona mal, por  artificioso. Empana demasiadas cosas sin una línea argumental clara y se pierde pronto el interés inicial que despiertan los dos actores hablando directamente al público sobre su investigación, explicando el hallazgo de un artículo sobre A.O. en un ciclostil clandestino de la época, escuchando las grabaciones en cinta casette que pulsan en un magnetófono jurásico o la forma en que crean en el suelo del teatro el plano de la tienda (al estilo de la película “dogma” Dogville). Los diálogos se vuelven discursivos y las proyecciones no logran el efecto que buscan.

Según explicaron en un coloquio posterior, Chévere cuestiona al millonario Amancio Ortega por centrarse en su negocio aislándose de los acontecimientos sociales que suceden a su alrededor, algo por lo visto moralmente reprobable. Sin embargo, en la propuesta proyectan todo lo contrario: se ve a un tipo humilde, sensato y listo, con las ideas claras –y brillantes– sobre cómo montar un negocio pensando en la satisfacción de los clientes. Su figura se agranda en contraposición con la “iluminada” que planea la revolución. Los dos intérpretes, excelentes, contaron que hay una 2ª y 3ª partes más críticas, donde se alude a los talleres donde las mujeres cosen por una miseria, lo que aclararía el sentido crítico de la propuesta, pero lo visto en Citizen, tal como se presenta, queda confuso, errado e incompleto.

POR Víctor Iriarte. Publicada en Diario de Noticias el martes 24 de noviembre de 2015.