BAROCCO. Intérpretes: Aldanza, compañía de danza de Almudena Lobón. Programa: Barocco, coreografía de Antonio Calero, música de Handel, Albinoni, Vivaldi y Mozart. Acompañamiento: Alicia Griffiths (arpa). Vestuario: Lobón/Calero. Luces: Rafa Larumbe. Producción: D. Abbondi. Dirección: A. Lobón. Fechas: 17 y 31 de octubre de 2015. Lugar: Baluarte y sala de cultura de Noáin, respectivamente. Público: casi lleno.

Más allá del barroco

La presentación de muchas de las obras musicales barrocas -rápido, lento, rápido-, les viene muy bien a los bailarines para confeccionar un espectáculo fluido, transparente de belleza, que entra por todos los sentidos sin esfuerzo para el espectador -sí, y mucho, para los intérpretes- y que iluminan el movimiento. Y es que la fórmula es formidable: irrumpen los bailarines y sorprenden, con el primer allegro; se remansan y dibujan fraseos íntimos en el lento; y vuelven al vuelo espectacular, en el segundo allegro. No hay ni un minuto que baje la tensión. La música lo inunda todo, y el bailarín tiene donde elegir a la hora de incorporar su cuerpo a la corriente continua: puede quedarse en un elegante y sobrio seguimiento del bajo continuo; o especular con el virtuosismo de la cuerda e incorporarse a su vorágine. Las tres chicas y los tres chicos que, en esta ocasión, componen Aldanza, optan -como siempre en esta compañía- por coreografías muy bailadas, con indudable esfuerzo de realización, y un excelente resultado. Antonio Calero -su habitual coreógrafo-, ha extendido la música hasta un fragmento del Réquiem de Mozart, aportando un momento muy intenso del programa; y ha optado por una versión un tanto tuneada -muy bien hecha por cierto- de las Estaciones de Vivaldi, hacia un ritmo casi pop, dando impulso de indudable fuerza a los bailarines.

La coreografía se mueve muy bien sobre el tactus del barroco; incluso cuando los bailarines detienen sus evoluciones en poses estatuarias de máscaras venecianas y espejos el ritmo permanece y el ambiente se viste de salón. Por supuesto se repiten las elevaciones, sin problemas, y todo se inserta bien en una simetría que juega con los pares; rica y comprometida en el cuerpo de baile -los seis bailarines- al completo. Las chicas, con giros y saltos que cubren el escenario de revuelo de faldas. Los chicos, con apuntes derviches cuando juegan con la falda, y sostenida potencia cuando actúan como partenaires de las bailarinas. Los pasos a dos siguen manteniendo el fraseo adecuado. Marta Aizpún, Cristina del Pozo y Marta Guardado son garantía de canónica escuela, y como sucede en esta compañía, de bella técnica clásica. Muy logrado el cuadro del solista y el sillón. El joven Martín López destaca por su fluidez y soltura, por el riesgo de su baile; elegante Arkaitz Cía y solvente la veteranía de Cancela. Todos alcanzaron un nivel muy aceptable cuando sonó el impresionante Lacrimosa del Réquiem de Mozart. No siempre se está a la altura de esa música.

Como ya hemos dicho en otras ocasiones, este es un espectáculo que aficiona a la danza, porque sin abandonar lo clásico, lo va envolviendo en nuevas visiones, neoclásicas, de influencias de otras artes, etcétera. Y gustan mucho al público.

Por Teobaldos. Publicado en Diario de Noticias el viernes 6 de noviembre de 2015.