CRÍTICA TEATRO

SISTER ACT Libreto: Cheri y Bill Steinkellner. Música: Alan Menken. Letra: Glenn Slater, adaptada al español por Xavier Cassadó. Escenografía: Klara Zieglerova. Vestuario: Leo Brotherston. Dirección musical: Josep Ferré. Dirección: Carline Brouwer, a partir de la dirección original de Jerry Zacks. Intérpretes: Mireia Mambo, Àngels Gonyalons, Benjamí Conesa, Edu Engonga, Gara Roda, Malia Conde, Amparo Saizar, Fermí Reixach, Héctor Otones, Ramón Balasch y Gerard Mínguez. Producción: Whoopi Goldberg, Stage Entertainment y El Terrat (EE.UU. y Barcelona). Lugar: Baluarte. Fecha: Jueves 22 de octubre. Público: Lleno.

Vuelve el musical de gran formato

La tendencia del musical de Broadway en la última década ha sido la vuelta a la sencillez: historias potentes arropadas con música muy bien escogida y un reparto limitado, fruto de la crisis económica. Sister Act, estrenado en 2006, rompe esta tendencia con una escenografía deslumbrante –con agilísimos cambios de escenario a vista del público que se convierten en un atractivo más del espectáculo– y un vestuario rico y colorista, con tonos setenteros a juego con el estilo de música que envuelve la acción: disco, Motown, soul, funk… Se descartó la banda sonora de la película y se encargaron  temas originales a un valor seguro, Alan Menken, oscarizado por su trabajo en La SirenitaPocahontasLa bella y la bestia y Aladdin y autor de otros éxitos, como El jorobado de Notre DameHércules y Enredados. Esta obra también nada a contracorriente con un “cast” generoso, pues son una veintena los intérpretes en escena.

Es tanta la inversión que se requiere para rentabilizar un musical que Broadway ya no se atreve con historias originales y tira la mayor parte de las veces de memorabilia. Ahora son las películas las que inspiran el teatro musical y no al revés, como sucedía a lo largo del siglo XX. En eso sí que Sister Act sigue la tendencia. Se necesitan argumentos muy conocidos para atraer a un público “familiar” al que siempre asusta un poco la sofisticación que emana el teatro y la película protagonizada por Whoopi Goldberg es perfecta por archiconocida. Su argumento es tópico pero de corte sentimental y con momentos cómicos, es decir, el cóctel perfecto. Es la historia de la cabaretera de vida alegre que presencia un crimen y es escondida por la policía en un convento de monjas, al que revoluciona. Ella cambia la forma de cantar del coro y resuelve los problemas económicos de la congregación y, a cambio, descubre un sentimiento de hermandad ausente en las calles en las que se ha criado. Son tópicos todos los personajes (los buenos y los malos, que además son un poco tontorrones) pero empáticos.

Contratado el guión de la película de 1992 –por cierto, muy bien adaptado al teatro, con un escenario profundo que permite la persecución dentro del convento-, hay que afinar en el aspecto actoral y ahí los productores no fallan. Tanto Mireia Mambo como Àngels Gonyalons están soberbias como intérpretes y cantantes, muy bien arropadas por la comicidad de las tres monjitas que encarnan Gara Roda, Malia Conde y Amparo Saizar, que brillan en sus solos musicales. La escena del primer ensayo del coro con Deloris, que cierra la primera parte del espectáculo, muestra la sabiduría del director y su sello “Broadway”, pues están magistralmente engarzados diálogos, canciones y movimiento escénico. El nivel de excelencia se mantiene en la segunda parte, que se desarrolla a ritmo más frenético, pues hay más acción, a la que no frena la excelente transición entre escenas. Sólo las coreografías quedan a un nivel inferior, constreñidas por el marco conventual en que se mueve la trama. Son en total 20 temas musicales, más los bises. La mercadotecnia manda y se permiten fotos y grabaciones para subirlas a Internet. El público aplaude largamente pues recibe lo que paga. Que hay hambre de musicales lo demostró el patio de butacas, prácticamente lleno en la función de estreno.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el miércoles 28 de octubre de 2015.