CRÍTICA TEATRO

ENFRENTADOS. Autor: Bill C. Davis. Dirección: Arturo Fernández. Intérpretes: Arturo Fernández y Bruno Ciordia. Escenografía: Angélica Guaglianone/Jandro. Producción: Compañía Arturo Fernández (Madrid). Lugar: Baluarte. Fecha: Viernes 11 de septiembre. Público: Un tercio, algo más de trescientos espectadores.

El último mohicano

Es el último mohicano. El epígono de una especie en extinción, la de las compañías de repertorio reunidas en torno al carisma de un intérprete popular con tirón. Arturo Fernández se delató en unas declaraciones a la prensa local: “Qué mejor que un primer actor para dirigir una obra”. La frase subraya un planteamiento empresarial ya en desuso pero habitual en el teatro español hasta finales de la década de 1970, basado en seleccionar cuidadosamente texto y papel principal, escenografía, iluminación y secundarios y organizarlos en escena de forma que todo pivote en torno a al lucimiento del actor-empresario. Lo logra. “Su” público aplaudió mutis y respuestas ingeniosas, disfrutó con el duelo dialéctico  y lo despidió con una gran ovación.

Enfrentados dramatiza el enfrentamiento entre un cura bien colocado en una parroquia de clase alta y un joven seminarista que llega con ideas rompedoras sobre el matrimonio de los curas, el trato a los homosexuales en la iglesia o el uso del preservativo. Se estrenó en Broadway en 1980 y recibió premios en Nueva York, Londres y París. Aunque se le han introducido alusiones de actualidad, la obra no puede ocultar su espíritu “ochentero”, no tanto por lo que discute –puesto que el debate continúa hoy–, sino por la vehemencia con que se expone y el tono escandaloso que debió exudar. En aquel momento comenzaba el papado ultraconservador de Juan Pablo II y ya conocemos el resultado: dejó la Iglesia hecha unos zorros, Benedicto XVI renunció sin fuerzas para resolver tanto entuerto y Francisco I trata de dar respuestas tirando más de misericordia que de ortodoxia doctrinal.

Como pieza teatral, Enfrentados tiene deficiencias que el Arturo Fernández director no ha sabido corregir. El enfrentamiento se plantea en las primeras escenas y se repite gratuitamente sin aportar argumentos novedosos que hagan avanzar la acción, por lo que la pieza necesita de golpes efectistas –el pasado del chico– para mantener el interés. La “conversión” del viejo cura queda por eso mismo un tanto artificiosa. Además, los diálogos preparan un falso clímax –la entrevista del joven con el obispo–que no es tal, con lo que el público, confundido, cree que la obra ha terminado hasta en tres momentos.

El “malo” de la obra es el obispo (siempre en off), así que el público empatiza con los protagonistas. El galán asturiano tiene un papel agradecido: su personaje es lúcido y paternal y el público ríe a carcajadas sus irónicas respuestas. Fernández da un ritmo cadencioso a los diálogos para colocar el chiste y con ello alarga hasta las dos horas y cuarto la función, totalmente excesivas. Pero sabiendo que tiene 86 años y conserva su porte, seguridad en escena y magnífica dicción, y que no necesitó inalámbrico, no cabe sino quitarse el sombrero ante su profesionalidad. Tiene enfrente al peraltés Bruno Ciordia, que arrastró a mucho público local en su estreno en el reparto, tras sustituir a David Boceta después de 300 funciones. El navarro no ha despreciado ningún tipo de teatro, estilo o papel, por comprometido que sea, y con ello se ha ganado un prestigio de actor solvente y le permite brillar aquí con un personaje radical que teatralmente es bastante plano. Logró aplausos en alguna réplica y matices creíbles en la comprometida escena que lleva la obra de la comedia al melodrama.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el domingo 13 de septiembre de 2015.