Alfredo Sanzol, Andrés Lima y Miguel del Arco, tres de los directores de escena más sugestivos del momento, han puesto en marcha este año un proyecto inédito en el Estado, de nombre Teatro de la Ciudad, que nace como una apuesta por la investigación, la reflexión, la creación, la producción y la exhibición del teatro contemporáneo. Como un teatro “conectado con la vida diaria”, como cuenta el pamplonés, responsable de Edipo Rey, una de las tragedias que, programadas en bloque, constituyen el primer fruto de la compañía. Las otras son Medea (Lima) y Antígona (del Arco) y las tres se verán hoy viernes, mañana sábado y el domingo, respectivamente, en La Cava de Olite.

Las entradas cuestan 15 euros.

La idea comenzó a gestarse hace un par de años, cuando Andrés Lima invitó a Alfredo Sanzol y a Miguel del Arco a impartir algunas de las sesiones del taller Mito y Razón, dedicado precisamente a estos textos griegos. A este le siguieron otros siete talleres de investigación, en los que “fuimos compartiendo nuestras inquietudes artísticas y de producción” y “de manera natural surgió la idea de trabajar juntos”. Y es que, aunque los tres afrontan su trabajo de modo diferente, “notamos que existía una conexión entre nosotros y nos pareció interesante unir los equipos técnicos y artísticos, generar espacios comunes de discusión y creación y unir los proyectos de producción”. En ese sentido, Sanzol opina que en Teatro de la Ciudad confluyen “el deseo y la necesidad”, y así se produce “el placer por el trabajo”. En momentos así, en los que se produce la posibilidad de fusionar la parte social y el anhelo artístico que configuran un proyecto escénico, es cuando “te encuentras satisfecho por haber encontrado estos compañeros de viaje”, agrega el dramaturgo navarro.

En cuanto a la elección de los títulos con los que la compañía ha debutado, Sanzol confiesa que se produjo la feliz “casualidad” de que él “tenía muchas ganas” de hacer Edipo desde hace años y lo mismo les pasaba a Lima y a del Arco con Medea y Antígona, así que todos contentos. Además, aunque no fue un decisión consciente a priori, “a toro pasado nos dimos cuenta de que la elección de las tragedias estaba justificada, ya que el género está en el centro de la formación de la ciudad y de la democracia, y “nuestra intención es hacer un teatro conectado con la vida social y diaria”, con la polis, en definitiva. En estas obras, abunda el director, lo íntimo y lo público son dos conceptos indisolubles, “uno no existe sin el otro”, demostrando que “todos somos responsables con nuestras decisiones del destino de lo colectivo”.

Esa filosofía queda clara en Edipo Rey, que Aristóteles calificó de tragedia perfecta. “Sófocles ha dispuesto los hechos y el proceso de descubrimiento con una sabiduría admirable, capaz de provocar, como querían los antiguos, el temor y la compasión en grado supremo”, dijo, y Sanzol coincide por completo: “La idea es genial, Edipo es un tipo que hace daño sin ser consciente de ello; es alguien que se pone a investigar un crimen y descubre que el asesino es él”; pero hay más, porque la obra “arranca con una trama y en mitad de la función aparece otra trama diferente que nos engancha hasta el final y que nos ayuda a resolver la primera”. Esto es “magia” y manifiesta la “espectacularidad del teatro desde sus inicios”. “Esta pieza tiene 2.500 años y te das cuenta de lo moderna, lo ágil, lo divertida y lo profunda que es”, indica el autor, que en su versión ha tratado de “mantener la solemnidad del lenguaje”, ya que en toda tragedia “es inevitable que los personajes hablen con una fuerza y una determinación grandes”, y, a la vez, pensando en el espectador de hoy, ha querido que el texto “transmitiera las imágenes de una manera clara”.

Para Alfredo Sanzol, Edipo supone también una forma de “cerrar un círculo”. El primer espectáculo que dirigió fue Como los griegos, una historia de Steven Berkoff que traslada la fábula edípica hasta el Londres de los años 80. “Ese montaje me permitió conocer el texto original de Sófocles y me ha acompañado todo este tiempo como una de esas obras que un día sueñas hacer”, de ahí que para montarla haya querido contar con la práctica totalidad del elenco con el que hizo aquella primera función; casos de Juan Antonio Lumbreras, Eva Trancón, Natalia Hernández y Paco Déniz, a los que se une Elena González. Así, el recorrido vital de todo el equipo está presente en esta propuesta que se aleja de la ortodoxia para apostar por “acercarnos lo máximo posible a los personajes, que, aun siendo héroes, son seres humanos”. Para lograrlo, durante los talleres el director sugirió a los intérpretes que configuraran sus roles inspirándose en un familiar que hubiera tenido una vida trágica y memorable, en el sentido de que su historia ha pasado de generación en generación, adquiriendo un carácter fundacional. Los personajes cobraron, de esta manera, piel, hueso y carne.

Alfredo Sanzol también impartirá este año, y van tres consecutivos, el taller Creación dramática en escena: técnica del actor-narrador, una actividad que disfruta y que, al mismo tiempo, le sirve para crecer como autor, ya que en las sesiones de trabajo suele encontrar soluciones a los problemas que se le presentan. “Para mí es una alegría poder ir desarrollando esta técnica, la práctica me retroalimenta”, afirma, satisfecho también porque en esta ocasión se ha sumado al taller Andrés Lima, que mostrará su propio método por las tardes.

Las clases, en el Colegio Público de Olite entre el 27 de julio y el 2 de agosto, permiten a estos directores compartir con la profesión espacios de discusión y exploración, actitudes que fueron claves para el nacimiento de Teatro de la Ciudad, una iniciativa que en absoluto quieren que se limite a su triple asociación. “La salud del proyecto dependerá de que seamos capaces de ampliarlo”, explica Sanzol, y añade: “Nosotros nos juntamos y nos dimos tiempo para trabajar y para hacer cosas que solos nos resultarían más complicadas. Hemos creado esta primera unión, pero nos interesa que de aquí surjan círculos concéntricos que unan a otros profesionales”, rompiendo, de paso, “la inercia de la soledad en la que acostumbramos a permanecer los autores y los directores”. “Una de las funciones del teatro es mostrar que la realidad es de una manera, pero que puede ser de otra, pues bien, lo que hemos demostrado con este proyecto es que, en efecto, la realidad puede ser otra, y eso da una gran sensación de libertad”, termina.