Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «La máquina de la soledad», de Shaday Larios y Jomi Oligor, en el Gayarre
CRÍTICA TEATRO
LA MÁQUINA DE LA SOLEDAD. Creación, realización e interpretación: Shaday Larios y Jomi Oligor Producción: Microscopía y Hnos. Oligor, Iberescena y TNT 2014 (Barcelona-México) Lugar: Teatro Gayarre Fecha: Domingo 10 de mayo, a las 12:30 horas Público: 46 espectadores, lleno (Función con aforo reducido).
Objetos que nos hablan
Se le denomina de diversas formas, –teatro mínimo, teatro de cercanía– y tiene una potencia brutal al desarrollarse la representación con el público a escasos centímetros de los intérpretes. Un navarro de Tudela, que se llama Jomi Oligor y no tenía vinculación previa con las artes escénicas, creó su propio estilo sirviéndose de objetos, artilugios, mecanismos móviles, juguetes, materiales de desecho, autómatas y marionetas para contar su historia. Se encerró durante años en el sótano de un maestro fallero, en Valencia, acompañado de familiares con las mismas inquietudes, y creó un espectáculo dramático denso, mágico, personal y muy turbador titulado Las tribulaciones de Virginia. Lo programó en 2008 el Teatro Gayarre en su Festival Otras Miradas, Otras escenas, porque como buen teatro público que es lleva una década reservando un hueco a este tipo de propuestas, difíciles económicamente al ser para aforos reducidos; en este caso, 46 espectadores. Hoy, Jomi Oligor es uno de los creadores más reputados y de mayor proyección internacional en este campo. Joan López Lloret filmó un documental, Hermanos Oligor (2005), donde mostraba su proceso de creación.
Aquellas Tribulaciones eran un juego de espejos en el que Jomi aprovechaba experiencias personales e inventadas para hilar un drama en el que había mucho de sí mismo. El reto era ahora comprobar si podía mantener el interés con un relato ajeno a su propia peripecia en su nuevo trabajo. El resultado es fantástico. La máquina de la soledad es un espectáculo tan sugestivo como aquel. Mantiene el tabladillo de feria (el público se sienta en bancos corridos a tres alturas) y, aunque ha reducido el número y variedad de objetos que manipula durante casi hora y media, mantiene la capacidad de sorprender a cada poco: abre cajones, descubre objetos, desvela muebles, pone músicas, ilumina maquetas y proyecta en pantalla sus figuritas microscópicas para, finalmente, prender un cohete que asciende hacia el techo del teatro.
La máquina es el relato de un viaje de descubrimiento. Hacia el pasado. Hacia la intimidad de dos desconocidos que el espectador sigue sin pestañear. Jomi Oligor y la mexicana Shaday Larios, que participa de las mismas inquietudes, se hicieron en un mercado de chamarileros de México DF con una maleta que contenía las cartas de amor que se intercambiaron hacia 1890 en San Luís de Potosí, y durante un año, dos enamorados. A ella su familia no le permitía encuentros en privado, así que su comunicación era postal. Narran esa historia de amor verborreico del ingeniero Manuel y de su amada Elisa, plasmada en un millar de cartas que han leído detenidamente, de la que ni siquiera hay un final, pues sólo tienen conjeturas, y visitan los lugares por los que discurrieron aquellas vidas. A la vez, homenajean un hábito hoy en trance de desaparición, la escritura de cartas (que fue un oficio en Sudamérica debido al analfabetismo, el de escribano, al que también se alude). La obra subraya lo mucho que pueden contarnos viejos objetos si se sabe leer en ellos y todo lo que podemos aprender del pasado con este tipo de documentos, que no aparecen en los libros de historia. El público es interpelado y puede ayudar a completar la obra, pues se le pide que relate sus experiencias. Por carta, claro. El sello (de calidad) lo ponen ellos.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el viernes 15 de mayo de 2015.
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