Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Don Juan Tenorio», dirección de Blanca Portillo, en Baluarte
CRÍTICA TEATRO
Don Juan Tenorio. Productoras: Avance, CNTC y Teatro Calderón de Valladolid. Autor: José Zorrilla, versión de Juan Mayorga. Directora: Blanca Portillo. Intérpretes: José Luis García-Pérez (Tenorio), Ariana Martínez (Inés), Miguel Hermoso (Luis Mejía), Juanma Lara (Comendador), Eduardo Velasco (Ciutti), Beatriz Argüello (Brígida), Luciano Marcos, Daniel Martorell, Francisco Olmo, Alfonso Begara, Alfredo Noval, Raquel Varela, Tania Watson, Rosa Manteiga y Eva Martín. Lugar: Baluarte. Fecha: Sábado 28 de febrero. Público: Tres cuartos de entrada.
Tenorio canalla
Este montaje quedará en las retinas de los espectadores por una escena resuelta de forma memorable, la conocida como “la seducción de Inés” o “escena del sofá” (que históricamente nunca tuvo sofá, por cierto) y que contiene los versos más populares del drama: “No es verdad ángel de amor / que en esta apartada orilla / más clara la luna brilla / y se respira mejor”. Tenorio recita con la acostumbrada desgana, seguro de su efecto infalible para rendir a una chica tan poco viajada. Lo hace mientras se asea en una tinaja, frente a un público muy silencioso que en toda la función solo reacciona ahí, cuando el personaje se lava los huevos y se saca del paquete el pañuelo rojo de Ana de Pantoja, dejando patente que ha logrado seducir a la novia de Luis Mejía horas antes y ha ganado la apuesta. Inés, a sus espaldas, se desnuda y cuando él se vuelve hacia ella, se percibe de forma meridiana la transfiguración del personaje. No creo que nunca se haya visibilizado mejor la transformación del Tenorio criminal, libertino y desalmado en un hombre que por primera vez en su vida padece un sentimiento puro, de amor, hacia otra persona. Es clave en la obra y permite entender la novedosa aportación de Zorrilla al mito creado por Tirso de Molina: su salvación por amor.
Esta escena es también el ejemplo más impactante de la cruda versión que del clásico ha hecho Blanca Portillo y que le confirma como la gran directora teatral que es. Ve al personaje con absoluto desprecio y así lo muestra desde el primer momento: un asesino sin escrúpulos y un depredador de mujeres. Portillo, además, cuece en su salsa al protagonista y aprovecha cada resquicio del texto para mostrarlo como paradigma de un mundo en sí violento: viendo cómo sacude Diego Tenorio a su hijo en la Taberna del Laurel se entiende de dónde ha sacado éste su pronto canalla. Pero hay más: los amigos de Mejía visten y actúan como Ángeles del Infierno, son una banda de matones prestos a la bronca; Butarelli es un patrón homosexual y rijoso que mete mano a sus empleados; el Comendador no duda en abofetear a la superiora del convento cuando descubre que su hija ha sido raptada; Brígida es una golfa que se vende y trafica con Inés sin escrúpulos…
Tampoco se apiada la Portillo de las mujeres que se sienten atraídas por este tipo de hombres y disfrutan dejándose seducir y ser maltratadas, en una forma de masoquismo a la que le va al pelo el espacio escénico donde dominan cincuenta tonos de gris. Miguel, el segundo criado de Tenorio, testigo mudo de tanta indecencia y único que viste de blanco, lo apunta en varios momentos. Son contadas las notas de color y el rojo pasión que envuelve a Ana de Pantoja preanuncia la tormenta que se le viene encima.
José Luis García-Pérez está impecable en esta versión del Tenorio y su voz cazallosa le va al pelo. Destaca también Beatriz Argüello como Brígida, al componer una memorable celestina. Ariana Martínez transmite ingenuidad y toda su fragilidad como Inés en la primera parte, y muestra tonos ásperos creíbles en las escenas finales, cuando salva contra su voluntad a Tenorio. Su escupitajo final sobre el cadáver es coherente con la lectura de la Portillo, aunque cuestiona el sentido final de la obra.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el miércoles 4 de marzo de 2015.
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