Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Lluvia constante», con Sergio Peris-Mencheta y Roberto Álamo en el Teatro Gayarre
CRÍTICA TEATRO
Lluvia constante. Compañía: Producciones Teatrales Contemporáneas (Madrid). Autor: Keith Huff. Director: David Serrano. Intérpretes: Roberto Álamo y Sergio Peris-Mencheta. Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: Domingo 25 de enero. Público: Tres cuartos de entrada.
Lluvia arrasadora
Los últimos seis meses han estado marcados en los Estados Unidos por los disturbios y protestas que han generado distintos episodios de violencia policial ejercida contra minorías étnicas. Viendo a los dos policías que protagonizan esta obra, entiende uno mejor el contexto de hartazgo de la población tras lo sucedido en Ferguson (Misuri) en agosto y el éxito de esta obra, estrenada en 2006 y protagonizada en Broadway por dos pesos pesados, Hugh Jackman y Daniel Craig. El autor es guionista de dos series de televisión de culto, Mad Men y la adaptación americana de House of Cards, es decir, nivelón.
Y, en efecto, la obra está muy bien escrita, dosificando muy bien la información y soltando sedal en determinados momentos para mantener siempre el interés del espectador en un punto alto. Es la clave en la escritura dramática: hacer que el público se pregunte: “Si el personaje ha hecho o dicho tal, ¿qué viene ahora?”. Y aquí está muy logrado. Keith Huff logra que el público coma en su mano a pesar de que lo zarandea desde el minuto uno. La obra comienza con un diálogo de los dos actores con el público en el que cuentan, interrumpiéndose, el hecho que ha cambiado sus vidas para siempre. Parece que estamos ante una narración de un pasado que, en algunos momentos, se escenifica. Pero ese punto de vista se difumina, luego creemos que nos lo cuentan en tiempo real y, cuando llega la escena final, uno de los dos personajes está muerto. Desde dónde se nos hablaba en cada momento ya nos da igual, porque la historia nos ha atrapado.
Claro que para lograrlo también se necesitan intérpretes superlativos. Sergio Peris-Mencheta encarna con verdad y desde las entrañas, pero muy contenido, a Rodo, un madero alcohólico que acaba de tocar fondo. A sacarlo del pozo ha contribuido su amigo de la infancia, Dani, interpretado por un Roberto Álamo en estado de gracia, que infunde un indisimulable temor. Es mayor que Rodo y tiene un acusado instinto protector, pero desde los primeros diálogos te das cuenta de que quien de verdad tiene problemas mentales es él. Y, en efecto, intuyes que todo lo que vas a ver y escuchar de estos dos policías en el filo de lo delictivo conduce a una tragedia. La ves venir, la temes y a la vez la deseas. El relato de todos los acontecimientos es crudo, descarnado y un punto extremo y salvaje (la calle, la violencia, el sexo, el caníbal, las adicciones) pero lo aceptas. “Vemos” en escena a los otros personajes: a Vero, la esposa de Dani, y a la prostituta en el despropósito de cena familiar, al chulo, al desgraciao que muere en el accidente de coche, a los de Asuntos Internos que interrogan… y es mérito del soberbio duelo interpretativo que se gastan ambos.
Destaca también el uso de la escenografía y la luz. Ambos actores están encerrados en tres paredes mal iluminadas por un lucernario en un alto, lo que acentúa la sensación de agujero en el que están emmierdados. Trabajan en una semipenumbra que ennegrece el relato de amistad, lealtades traicionadas y sacrificio final. Y siempre presente, constante e inmisericorde, la lluvia que les tortura y empapa, un efecto real muy poderoso que ejemplifica un montaje –y eso es mérito del director– donde todos sus elementos encajan a la perfección. Excelente.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el miércoles 4 de febrero de 2015.
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