Crítica de danza de Teobaldos en Diario de Noticias de «Les ballets jazz de Montreal» en Baluarte
LES BALLETS JAZZ DE MONTRÉAL. Dirección artística: Louis Robitaille. Programa: Closer. Coreografía: Benjamín Millepied. Música: Philip Glass. Nigt Box, Wen Wei Wang / collage musical de varios autores. Harry, Barak Marshall / collage de varias músicas. Programación: Abono del Baluarte. Sala principal. Fecha: 28 de enero de 2015. Público: casi lleno. Incidencias: La primera obra prevista, Zero in on fue sustituida por Closer, por lesión del solista.
Danza global
El propio nombre de la compañía canadiense nos remite a una cierta especialización en la danza contemporánea cercana al pop, al jazz, al baile discotequero que pulula por la noche; con ese lenguaje corporal de movimientos amplios, angulares, fluidos y un poco acrobáticos, que lo mismo se bailan en Japón que en Madrid. Es la danza global que está en todas las televisiones, en las redes sociales, o en las “quedadas” de los bailones. Su base musical es el ritmo, más o menos atronador, sobre el que suelen pulular unos sonidos evanescentes que no definen una melodía poderosa. El ritmo impone una matemática rotunda sobre los movimientos, y esa “no música definida” alimenta un fraseo más libre, y, a veces, menos exigente. Es el ambiente de la coreografía Night Box de Wn Wei Wang; estupendamente realizada por la compañía, y muy bien cuadrada en su simetría, pero, que, a estas alturas es un poco repetitiva, como deja vu, con estupendos pasos a dos, tanto el de hombres, como el de la pareja; pero que, al remitirnos a la danza que hoy se hace en la calle, se queda un poco corta: la calle es más salvaje (Hip-hop, Breakdance).
No pudimos ver la esperada coreografía del español Cayetano Soto; pero Closer, también un paso a dos del actual director de la Ópera de París, B. Millepied, no decepcionó. Es una obra sobre la música minimalista de Glass, en seis movimientos, que, como su nombre indica, es un alarde de integridad de dos cuerpos en uno; de movimiento cerrado y agarrado un cuerpo en el otro, para transcurrir en una compenetración asombrosa. El fraseo de la pareja ante la música un tanto obstinada y mecánica, cumple con ese mandato de la danza de elevar y embellecer el sonido con unas evoluciones precisas, de corte clásico y contemporáneo, con arranques de la bailarina al cuerpo del bailarín muy bellos, y un virtuosismo que se despliega, en el último movimiento, todo bailado sentados en el suelo.
Harry fue la obra que más conectó con el público: por la música de recorrido transnacional, de toda época y estilos, del sirtaki a Schubert, del pop a Puccini, -muy bien elegida-; por su carácter narrativo -el público se siente mejor si se le cuenta algo-; por la interpretación -fresca y bien realizada en todos los eclécticos bailes-. Barak Marshall, como buen israelí, nos cuenta la historia de los judíos de la Diáspora a través del folklore de sus asentamientos en diversos países. Las dificultades, las alegrías, la muerte, las vueltas a seguir viviendo… Y los sentimientos profundos de los personajes, con estampas preciosas, como las bailarinas y la música de Schubert; o la nostalgia de las melodías bailadas en la plaza. Es una coreografía variada, bella, fluida. Muy aplaudida por el público.
Por Teobaldos. Publicada en Diario de Noticias el domingo 1 de febrero de 2015.
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