Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Pinocho, un cuento musical», de Gustavo Tambascio, en Baluarte
CRÍTICA TEATRO
Pinocho, un cuento musical. Compañía: Producciones Telón (Castilla-La Mancha). Dramaturgia y dirección: Gustavo Tambascio. Intérpretes: Alberto Frías (Pinocho), Ángel Walter (Gepetto), José Tiscar (Grillo), Emilio Gavira, Pablo Vázquez, Amanda Puig, Javier Ibarz, Eduardo Mayo, Toni García, Sira Cuenca, Marco Covela, Nacho Serrato y Xino Pérez. Música: Bruno Tambascio. Coreografías: Alex G. Robles. Escenografía: Antonio Bartolo. Vestuario: Gabriela Salaverri. Lugar: Auditorio Baluarte. Fecha: Lunes 29 de diciembre. Público: 700 espectadores (tres cuartos de entrada).
Pinocho circense
Baluarte ofreció en su programación navideña un espectáculo para público familiar de gran formato y presencia deslumbrante, ideado por un hombre de teatro total como es Gustavo Tambascio, que domina muy bien los registros de dirección de actores, la puesta en escena y el formato musical. Y vaya que se notó. Lo mejor, sin duda, es la claridad del concepto, porque a partir de la idea del circo se estructuran todos los elementos del espectáculo, no sólo el vestuario (magnífico, creación de la navarra Gabriela Salaverri) y la música.
En primer lugar, destaca la distribución del escenario, con dos pistas, la segunda por detrás de la primera, peraltada y con posibilidad de ocultarse tras un telón, lo que dota de gran agilidad al cambio de escenas, pues para cuando una termina en primer plano ya está todo dispuesto atrás para la siguiente escena. En segundo lugar, porque las apariciones de los personajes no son sólo laterales, sino también verticales, aprovechando la presencia de una pareja de acróbatas en la cuerda vertical. Todo ello permite un vivísimo ritmo que evita que se haga pesada una función de 110 minutos sin descanso.
Después, porque usa los recursos de la comedia del arte. No sólo a modo de guiño, en la escena más puramente teatral, cuando Pinocho prefiere acudir a la barraca de feria y ver una función antes que ir a la escuela, sino porque este concepto de teatro nacido en el Renacimiento en Italia le ayuda a dibujar con trazo firme todos los personajes. Ya se sabe que los payasos (el listo o clown, el augusto o gracioso y el contraaugusto o ingenuo, o dicho de otro modo, Gaby, Fofó y Miliki) hunden sus raíces la comedia del arte. Así, Pinocho es un arlequín (se mueve como tal, aprovechando su condición de muñeco) y encajan como el guante a la mano los personajes animalizados que pivotan en torno a él, como el perro, el zorro, el gato, la paloma (en el movimiento de los animales se inspiraron los actores que codificaron este teatro nacido en Italia).
El libreto sigue fielmente la novela de Carlo Collodi y cuando la trama necesita de un narrador que refuerce su comprensibilidad se utiliza el recurso de los dos jefes de pista, al principio enfrentados, lo cual es una solución dramática ingeniosa. Por el escenario, y colgados a distintas alturas, pululan un sinfín de personajes que interpretan bailarines y acróbatas; ora son árboles de un tupido bosque, ora son un grupo de niños, criaturas del mar o paseantes, lo que dota de una nerviosa vivacidad y espectacularidad al montaje. Los dos planos del escenario permiten usar proyecciones para lograr efectos como el crecimiento de la nariz cada vez que el niño miente o para ubicar a los protagonistas en el vientre de la ballena.
Tambascio ha reunido un elenco actoral de primer nivel, empezando por el actor que encarnó al muñeco de madera que cobra vida, Alberto Frías, y continuando con los secundarios, como Grillo, que actúa como conciencia del niño, muy bien interpretado por José Tiscar; y todos mostraron su solvencia como cantantes, a partir de una música pegadiza y bien rimada. Quizá una representación excesivamente larga para los niños de más corta edad, que abundaron en el patio de butacas, pero todos disfrutaron de un imaginativo espectáculo.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el sábado 10 de enero de 2015.
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