CRÍTICA TEATRO

Mongolia, el musical. Compañía: Revista Mongolia (Madrid). Guión e interpretación: Eduardo Galán y Dario Adanti. Músico: Eduardo Bravo. Lugar: Zentral Café Teatro de Pamplona. Fecha: Viernes 23 de enero. Público: 1.000  espectadores (Lleno).

A lo Gengis Kan

“¿Por qué mierda se le llama a esto Mongolia, el musical, cuando sólo se interpretan dos canciones?”, se pregunta Darío Adanti cuando el espectáculo está llegando a su final.  “Pues por lo mismo que a esto le llamamos democracia”, se contesta él mismo. El argumento, coincidirán conmigo, es sólido. Les cuento el número final: Eduardo Galán se coloca la careta de Yolanda Barcina e invita a tres espectadores a que le tiren tartazos. El show ha comenzado con un diálogo sobre “Luis Bacina”. Su compañero le aclara que es “Barcenas, el que ha salido de la cárcel; la otra todavía no ha entrado”. En varios momentos de la representación, advierten al público de que por favor no graben nada para subirlo luego a una red social, “porque lo que aquí puede parecer muy gracioso en los juzgados no lo es tanto”. En efecto, durante toda la representación han ironizado sobre una Virgen sin citarla nunca por su nombre (se refieren a ella como “la cosa”) debido a que una hermandad sevillana se les querelló y andan vigilados por esos “capillitas que consideran que su madre es un tronco al que sacan a pasear… si no llueve”. La proyección en pantalla de los tuits insultantes que han  recibido fue uno de los momentos más hilarantes del espectáculo, puesto que habían seleccionado los escritos con errores garrafales de sintaxis y gramática.

Podrá sorprender lo que escribo pero este “no musical” de hora y media se podría adscribir perfectamente al españolísimo, castizo y decimonónico género de la revista, que en origen era lo mismo: un show de variedades en el que los monólogos, esquetches y números musicales estaban relacionados con la actualidad más inmediata. Ellos tiraron de proyecciones, viñetas de su revista y comentarios al hilo de lo que aparece a diario en la prensa intercalados con, finalmente, cuatro temas musicales, interpretados por Eduardo Bravo con un timple canario. Eso sí, en esta renovada “revista” de variedades no hay lentejuelas ni vedettes de piernas kilométricas sino una carga de humor, ironía y sarcasmo de una contundencia similar al de su sugestiva y saludable revista, que ya ha publicado 29 números mensuales en tres años. Atizaron de lo lindo a la hermana del rey, a su marido, al ex cuñao, a los periodistas que siguen a la Casa Real, a Mariano, al PSOE o a Podemos, pues en Mongolia no se libra nadie.

Los tres intérpretes, curioso, son redactores de la revista y no actores profesionales. Denominan a sus monólogos “historietas orales”. En el primero, Edu Galán encarna al prototipo de facha que atiza verbal y físicamente a los pies negros  enfermos de “perroflautismo”. El argentino Dario Adanti hace una intervención deliciosa por surrealista, explicando la realidad que nos envuelve estirando  dos chistes en apariencia tontos. Demuestra muchas tablas. Galán, más mitinero y agresivo, dio la impresión de utilizar este contacto con sus lectores para soltar la rabia acumulada sacando adelante una publicación como la suya, de un humor sin concesiones, que escupe una crítica vitriólica y tan devastadora para los aludidos como las razzias del gran mongol Genghis Kan. Una publicación necesaria que, a juzgar por el taquillazo, cada vez cuenta con más seguidores. Aplaudieron entregados tras llenar el nuevo espacio escénico pamplonés, ideal para este tipo de espectáculos.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el jueves 29 de enero de 2015.