BALLET NACIONAL DE GEORGIA. Programa: El cascanueces, música de P. I. Chaikovski; coreografía de Alexei Fadeyechev. Con Nino Ochiauri y David Ananeli, al frente de un extenso reparto. Programación: Fundación Baluarte. Fecha: 21 de diciembre d 2014. Lugar: sala principal del Baluarte. Público: lleno (24 euros, con precios muy rebajados para jóvenes estudiantes).

Cascanueces participativo

Después del éxito de La Bella Durmiente, el director del teatro Maryinsky de San Petersburgo, encargó a Chaikovski y Marius Petipa un nuevo ballet sobre el libreto de Ivanov, sacado de un cuento de Hoffman. El argumento era muy preciso y detallado, y, así, Chaikovski conoció las angustias que hoy sufren los músicos en los escenarios cinematográficos -(o los periodistas con los maquetadores, con perdón)-. Juzguen si no el planteamiento del primer cuadro: Nochebuena en casa del presidente Silberhaus (música suave, 64 compases); el árbol de Navidad se ilumina (música chispeante, 8 compases); entran los niños (música bulliciosa y alegre, 24 compases); quedan deslumbrados (trémolo); reparto de juguetes (marcha, 64 compases)… Y así, toda la obra. Afortunadamente, el genio del músico ruso solventó tal encorsetamiento con una de las más bellas partituras para ballet.

Quizás lo mejor de la producción que nos ocupa fue el extraordinario ambiente balletístico que se respiraba antes del espectáculo: la sala mayormente llena de niñas y jóvenes estudiantes de escuelas de danza, a las que la primma ballerina, Nino Ochiauri, había impartido clases magistrales. Con la lección muy bien aprendida, ya que algunas participaron en el espectáculo. Espectáculo que el Ballet Nacional Georgiano planteó sobre discretos telones convencionales pero efectivos; un vestuario sin lujos; un cuerpo de baile -sobre todo el ballet blanco- que se lució en las puntas -con estupendas horizontales-, y unos solistas que despuntaron sobre todo al final. Y es que, a mi juicio, sólo en la última media hora la coreografía sacó brillantez a los bailarines. La compañía opta por coreografía propia, pero, no se decanta por una total renovación del clásico -al estilo de los coreógrafos contemporáneos-, ni tampoco por una adaptación del original de Petipa, que es lo que se suele hacer; sino que, más bien queda entre dos aguas; con unas muy poco originales danzas del mundo, o lucha de las ratas, por ejemplo. Pero, el colorido, el trajín del cuento, el vuelo de las bailarinas en al vals de las flores, la fluidez de las salidas y entradas a escena, el entretenimiento, en suma, se salva. Y un David Ananeli luce elegancia, escuela y saltos soberbios, y Nino Ochiauri se planta segura sobre la punta y se deja volar con cadencias preciosas. No puedo citar más nombres.

La idea participativa es estupenda. La danza, que todavía no ha superado el atraer a los niños -más del noventa por ciento de matrícula son niñas-, tiene estas contradicciones de amplia aceptación para estudiarla, y de extrema dificultad para el apoyo profesional.

Daba gusto ver las radiantes caras menudas ante este ballet, que, como cada año, vuelve por Navidad.

Por TEOBALDOS. Publicado en Diario de Noticias el miércoles 31 de diciembre de 2014.