Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Oliver Twist, el musical», en la Casa de Cultura de Burlada
CRÍTICA TEATRO
Oliver Twist. Autor: Charles Dickens. Compañía: La Tarasca (Sevilla). Adaptación y dirección: Ramón Bocanegra. Música: Manuel Calleja. Intérpretes: Paco Pérez, Cristina Almazán, María Varod, David Pavón, Verónica Rojas, Juanjo Macías, Gregor Acuña, Miguel Mateos, Paz de Alarcón, José María del Castillo y Judith Esteban, entre otros. Escolanía de la Escuela de Música Hilarión Eslava de Burlada-Villava. Vestuario: Andrés González. Lugar: Casa de Cultura de Burlada. Fecha: Sábado 6 de diciembre. Público: 400 espectadores.
Un Oliver Twist crudo
Burlada ha cerrado la programación especial del décimo aniversario de su Casa de Cultura con una propuesta ambiciosa y ha programado por dos días un musical de mediano-gran formato, pues actuaban hasta 41 intérpretes. Esta “heroicidad” ha sido posible gracias también a su inclusión, junto a otros seis municipios navarros, en el Programa Platea del Gobierno de España, que financia parte de los costes.
La producción no ha llegado desde Madrid o Barcelona, donde se concentra este género teatral, sino de Sevilla, por iniciativa de una compañía muy conocida allí, con 20 años de existencia, que lo estrenó con éxito en 2013. En ese momento la experiencia fue más potente, pues el coro de niños del orfanato estuvo integrado por chicos y chicas acogidos en residencias por los Servicios Sociales de la Junta de Andalucía.
Oliver Twist, la historia del huérfano que se escapa de una inclusa y de un trabajo mal pagado para acabar formando parte de una banda de raterillos en las calles de Londres, se publicó por entregas en 1837 y es la primera novela en lengua inglesa con un niño por protagonista. Denunciaba la corrupción en los orfanatos, el trabajo infantil y el uso de menores para la mendicidad y actos delictivos (esto último ni siquiera hoy se ha eliminado). La versión de La Tarasca, que es original y no sigue ni el musical londinense ni ningún referente cinematográfico, tiene el mérito de no dulcificarla. Proyecciones tenebristas, iluminación expresionista, vestuario de tonos oscuros (todos excelentes) y un lenguaje crudo por momentos ayudan a fijar la sordidez del mundo en el que se desenvuelven los personajes, además de respetar la ironía de que son una prostituta y un maleante quienes mejor tratan al chico en su periplo por los suburbios.
La partitura original de Manuel Calleja también contribuye a ello, pues evita toques “Disney” y se aleja de la convención del estilo Broadway. No hay, por tanto, melodías pegadizas asociadas a personajes, solos y duetos para el lucimiento de los intérpretes ni finales de acto espectaculares con presencia del coro. Es una partitura que incluye música contemporánea cuando suena como fondo de los diálogos, acompaña a la acción con estándares de jazz y en ocasiones recuerda a Kurt Weill, es decir, a opereta centroeuropea.
La función, lamentablemente, tuvo varios problemas. El principal, el sonido. La orquesta estaba formada por cinco vientos, dos percusiones, piano y contrabajo, reforzada con microfonía para los retornos (para que los intérpretes la escuchen), pero que llegaba a toda la sala. Como no hay foso en Burlada, los músicos se colocaron entre el escenario y el público, y el volumen sonó brutal durante la primera media hora, haciendo difícil seguir los diálogos, a pesar de ser muy gritados. El musical necesita funciones continuadas en un mismo escenario, pero ésta es una producción en gira y se notó la falta de rodaje e imprecisiones en algunos ataques musicales. Lo mejor: el escenario en dos planos que hizo ágil el cambio de escenas, aunque la parte izquierda quedó como mero decorado, y la solvente interpretación de los actores adultos que sostienen la trama. Y el coro local, que hizo un trabajo de mérito con una partitura contemporánea.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el domingo 14 de diciembre de 2014.
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