CRÍTICA TEATRO

Eurozone. Compañía: Chévere (Galicia). Dirección y dramaturgia: Xron. Escritura: Manuel Cortés. Intérpretes: Patricia de Lorenzo, Miguel de Lira, Manuel Cortés, Mónica García, Arantza Villar, Iván Marcos, Borja Fernández y Pepe Penabade. Coreografías / Luchas: Iván Marcos. Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: Viernes 7 de noviembre. Público: Media entrada.

UE y panfleto

Es evidente el cabreo ciudadano de armas tomar ante el nivel de corrupción y desvergüenza que semana a semana vamos conociendo, y al que acompasa la desfachatez de los políticos que la han disfrutado o tolerado a sus “amiguitos del alma”. Ahí están las últimas encuestas, que han puesto los pelos como escarpias a “la casta”, por utilizar un término de actualidad. Y ese descontento ha llegado al teatro. Llevamos vistas este otoño al menos cuatro piezas donde lo que pasa aparece en escena expresado  con mayor o menor sutileza. O con ninguna, como en Eurozone, definida por la propia compañía como un “panfleto sobre la crisis de la zona euro”. Y lo es, ya que se soporta sobre un discurso bastante burdo sobre lo que acontece en la UE.

Por cómo está redactada la ficha técnica, todo parece apuntar a una creación colectiva en la que el grupo va ensayando mediante prueba-error distintas líneas de acción, un director intenta darles forma y coherencia mientras otro miembro del equipo las va poniendo por escrito. Esta fórmula creativa es la que se ha proyectado en la última década desde las salas alternativas madrileñas, con resultados desiguales.

La propuesta tiene un enganche para el público joven, la utilización del planteamiento de la película Reservoir Dogs, del más efectista que profundo Quentin Tarantino, en la que un grupo de atracadores que se han juntado para un golpe analiza por qué ha fracasado. Ellos se conocen por seudónimos –señor Azul, señor Rojo… para prevenir delaciones– y, en la obra, se nombran por países. La primera escena es un doblaje paralelo mientras se proyecta una escena, después hay un baile que acaba en pelea, a modo de metáfora de cómo se dialoga en los consejos europeos, y se van sucediendo esquetches, en general pobremente dialogados, aunque con momentos  visualmente poderosos, como la escena de la tortura. La peor resuelta de todas es la que se abre a la participación del público, por poco original y topiquera, además de descontrolada, ya que dio pie a muchos gritos desacompasados de los espectadores. Sin embargo, demostraron ser buenos intérpretes, ella canta muy bien y las coreografías se suceden elegantes y limpias. La escena está presidida por unas escaleras mecánicas, a las que no se da ningún uso dramático. Hubo mucho público joven y dio la sensación de haber disfrutado.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el viernes 14 de noviembre de 2014.