Crítica de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Veraneantes», de Carlo Goldoni, por el grupo La Trapera de Peralta
CRÍTICA TEATRO
Veraneantes (versión de Los afanes del veraneo). Autor: Carlo Goldoni. Producción: La Trapera (Peralta). Intérpretes: Javier Fernández, Javier Merino, Pili Moreno, Arantza Hernández y Patxi Jericó. Dirección: Juanma Casero. Vestuario: M. Ortiz, Eva Gillén y Loli López. Escenografía: Víctor de la Cruz. Diseño gráfico: Óscar Orduña. Lugar: Baluarte (Sala de Cámara). Fecha: Domingo 1 de junio. Público: Media entrada.
Largo verano del 61
En 1761, el veneciano Carlo Goldoni concibe una propuesta teatral novedosa para la época: escribe sin respirar tres comedias como si fueran una única pieza, de 9 actos; tres obras cerradas e independientes y, a la vez, una única composición perfectamente equilibrada. Es La trilogía del veraneo, una punzante crítica a la emergente clase burguesa, que carece de códigos de comportamiento social propios e imita los de la nobleza, calcando sus defectos sin entender ni un poco de sus virtudes. Especialmente, fustiga el vivir por encima de las posibilidades (veraneando a todo trapo como señores y alimentando gorrones) para “aparentar” una posición que podría ser desahogada si no la complicaran tantos excesos. Muestra hombres pusilánimes que se dejan arrastrar por mujeres fuertes y caprichosas, duchas en manipularlos y hábiles en intrigar por un traje o un pretendiente.
Son Le smanie (los afanes, el frenesí), L’avventure y Il ritorno della villeggiatura. Giorgio Strehler, con el Píccolo Teatro de Milán, las pone en escena desde una visión chejoviana en la década de 1970 y revitaliza al autor. El gran Toni Servillo (oscarizado por La gran belleza) monta la trilogía condensada con el Teatro Uniti de Nápoles en una excepcional versión que programa Baluarte en diciembre de 2009, un momento estelar de la breve historia del auditorio. Conviene decirlo: se demostró que en Pamplona no hay masa crítica suficiente para espectáculos de semejante altura servidos en idioma original con sobretítulos, por mucho que cacareen quienes se pasan el día demandando programaciones de riesgo a las que luego nunca acuden como espectadores. Aquel día no se llenó Baluarte y una parte del público se marchó a casa mediada la función, de tres horas largas. (Hace 15 días, Servillo reventó los Teatros del Canal de Madrid con la excelente puesta en escena de Le voci di dentro, de Eduardo de Filippo). Es lo que hay.
La Trapera ofrece la primera pieza, que describe la jornada de la partida en dos domicilios. Leonardo, endeudado hasta las cejas y malmetido por su hermana Vittoria, está que si va o no va por celos, ya que el padre de su amada Giacinta se ha dejado liar y ha invitado a otro joven, Guglielmo. La cosa se resuelve con la promesa de boda. Pura comedia. (En la 2ª y 3ª partes, en un giro dramático hacia el melodrama, sus enredos llevarán a Giacinta a enamorarse de veras del invitado pero, de nuevo por salvar apariencias, acabará casándose sin amor, forzando el matrimonio de Vittoria y Guglielmo por dinero y condenándose todos a la infelicidad).
Juanma Casero, el director contratado en Madrid por el grupo (en un elogiable afán de superación de los peralteses), subraya la futilidad de Le smanie, introduciendo bailes, música popera ad hoc, un ritmo vivísimo y un tono de comedia trivial, con personajes ligeramente caricaturizados. Arantza Hernández (Giacinta) logra los momentos más cómicos dentro del buen tono interpretativo general. La única pega del montaje es la versión para cinco actores, que obliga a fusionar personajes y elimina otros, lo que vuelve confuso el enredo para el espectador. No ha quedado bien resuelto. Por el contrario, vestuario, el juego de la escenografía y el imaginativo programa de mano muestran un grupo amateur de categoría.
POR VÍCTOR IRIARTE. Publicado en Diario de Noticias el jueves 5 de junio de 2014.
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