CRÍTICA TEATRO

La última pirueta. Autor: José Luis Alonso de Santos. Producción: Complexus  (Pamplona). Intérpretes: Unai Mezquíriz, Amalia Ortiz, Arturo Navallas, Mikel Suárez, Rubén Cortázar, Jeser Zalba, Edurne González, Belén Benito y Rebeca Echarri. Dirección: Ramón Vidal. Lugar: Casa de Cultura del Valle de Aranguren en Mutilva.  Fecha: Domingo 8 de junio. Público: Un tercio de entrada.

Circo y fisco

Complexus surge de los talleres de iniciación al teatro de  la ENT y cristaliza en una formación estable en 2011. Si no me equivoco, van por tres montajes. A sus nueve componentes les une el entusiasmo, combustible muy necesario en el teatro y que, sin embargo, no siempre se encuentra en las cantidades recomendadas. Se les había visto anunciados este curso en distintos escenarios y, en alguno en concreto, recaudando para asociaciones benéficas, lo cual es siempre loable. Su nombre significa abrazo en latín y, ciertamente, está bien escogido.

En esta ocasión, trabajan un texto de uno de los grandes autores españoles vivos, José Luis Alonso de Santos, maestro de la comedia (Bajarse al moro es obra cumbre del teatro español de los primeros años de la democracia), pero que navega bien en el melodrama. Ha sido una buena decisión. Cuando se es intérprete bisoño, siempre ayuda circular por raíles sólidos, y con un texto bien tramado se tiene bastante avanzado.

La pieza se ambienta en un decadente circo, ya ruinoso, y amenazado de embargo por el fisco. Tiene algo de metáfora del circo tradicional hoy día, puesto que uno de los personajes principales es una equilibrista ciega que ama esa vida hasta que, por una caída, recupera la vista y descubre la fealdad del entorno en el que vive. En medio, un amor desgraciado, otro platónico y, lo mejor, un final imprevisible para ese romance que trenza un relato con más momentos ternuristas que cómicos.

Ramón Vidal ha hecho un buen trabajo de dirección de actores, caracterizando con personalidad diferenciada a cada uno de los tópicos personajes y logrando que proyecten bien la voz y se muevan con soltura por el escenario. El peaje ha sido mezclar distintos géneros (comedia, drama, teatro poético, absurdo… y hasta un intermedio musical), lo que siempre es desconcertante. Lo bueno, que al ser una pieza coral, todos los actores disfrutan de su “momento” en escena. Se nota que han trabajado mucho en los ensayos y que dominan el texto, por lo que se les perdonan los tiempos muertos en las entradas y salidas, algunos tropiezos en los diálogos y parlamentos un tanto gritados. Cerraron muy bien la última escena y los saludos, pero deben cuidar el aforamiento, para que no se les vea moverse en los bastidores. Que sigan repartiendo abrazos.

POR VÍCTOR IRIARTE. Publicado en Diario de Noticias el martes 10 de junio de 2014.