CRÍTICA TEATRO

Idiotas contemplando la nieve. Autor: Alejandro Ricaño. Producción: ENT/NAE (Navarra). Intérpretes: Zoila Berastegi, Josefina Maggiotto, Ángel Escalada, Imanol Sucino, María Zapata y Oier Zúñiga. Dirección: Javier P. Eguaras y Fuensanta Onrubia. Lugar: Escuela Navarra de Teatro. Fecha: Domingo 25 de mayo. Público: Tres cuartos de entrada.

Realismo descarnado mejicano

El montaje fin de curso de la ENT acerca hasta Pamplona la obra de un autor emergente mejicano, Alejandro Ricaño, de 31 años, de quien programaron el curso anterior Más pequeños que el Guggenheim. Buena idea ofrecer textos de autores vivos y más cuando, como en este caso, se trata de teatro con un más que interesante transfondo social.

El teatro de Ricaño no es estrictamente dramático, ya que usa con profusión recursos narrativos: los actores interrumpen la acción y hablan al público para ponerle en antecedentes de lo que va a ver representado, comentar lo que acaba de pasar, decir a viva voz las acotaciones al texto o anunciar principio y fin de acto. Los recursos narrativos, por lo general, suelen reflejar la bisoñez del autor, pero no es el caso. El mejicano los utiliza como un recurso expresivo y distanciador que refuerza el mensaje. Idiotas es un puzzle muy bien construido cuyas piezas, al principio aparentemente inconexas, van encajando a la perfección conforme avanza la función. La obra discurre a base de breves escenas cotidianas de personajes no conectados entre sí pero cuyos actos y decisiones aparentemente triviales acaban influyendo en los demás y se vuelven agravados contra ellos como un trágico boomerang.

Son personajes muy dañados mental y moralmente (lo declara uno de ellos) y el texto de Ricaño subraya la facilidad con que se roba, chantajea, difama, pervierte o mata en un contexto de suma agresividad. Tiene toda la obra un punto de salvajismo y crueldad que sorprende que provocara tantas risas en el patio de butacas, cuando maldita la gracia que tiene lo que vemos en escena. Quizá se hubieran evitado carcajadas a destiempo (como la sucedida cuando un actor simplemente anuncia “Epílogo”) si el estilo realista descarnado con notas de humor negro que preside toda la obra no se hubiera descontrolado en contadas escenas hacia lo sainetesco (como en la escena del secuestro del pez).

Los seis intérpretes hacen un esfuerzo descomunal al estar en todo momento en escena, interpretar diferentes personajes, mover la escenografía y mantener el grado máximo de concentración que se necesita para lograr el vivísimo ritmo marcado por la dirección. No es nada fácil y les acompañó el equipo técnico, que intercaló con precisión los constantes efectos de luz y sonido que la pieza reclama. Todos demuestran ductilidad para construir personajes diferentes con recursos de voz, cuerpo y figurines, aunque se les aprecian en general más posibilidades para el drama, ya que los momentos interpretativamente más logrados se logran en las escenas con más carga poética, las que acompañan a la caída de la nieve. Hay cuatro oportunidades más para aplaudirles.

El escenario es una caja de resonancia brutal que impide un lenguaje realista si por tal se entiende la traslación tal cual de lo que se habla en la calle. Un taco en escena no es lo mismo que dicho en la calle. En Idiotas se reproducen hasta la exageración y desmerecen el conjunto, no por un criterio esteticista, sino porque de tanto escucharlos se pierde el efecto de descarnamiento que podrían conseguir usados excepcionalmente.

Sorprendió ver niños de corta edad en la sala. Y más que se admita su entrada en un programa para público adulto.

POR VÍCTOR IRIARTE. Publicado en Diario de Noticias el miércoles 28 de mayo de 2014.