CRÍTICA TEATRO

ONIRO. Compañía: Circus Tancia (Navarra). Creación e interpretación: Juan Napal y Maribel Martínez. Lugar: Civivox Iturrama. Fecha: Jueves 27 de febrero. Público: Media entrada.

Sueño y desvelo

Uno de los aspectos más interesantes de las artes escénicas en las últimas décadas es el auge de los espectáculos de teatro-circo o circo contemporáneo, que han logrado mezclar con tino en el escenario a cubierto la magia y habilidades de un arte milenario (que arrastraba una evidente decadencia) enriquecido con lo mejor del teatro. Las aportaciones en dramaturgia, escenografía o iluminación han conformado un nuevo arte que atrapa al gran público. No hay más que ver la expectación que se crea cada vez que se programa en España a la nieta de Chaplin, la francesa Aurelia Thierré, o a los canadienses Cirque Éloize y Los siete dedos de la mano, por no hablar de esa multinacional llamada Circo del Sol, capital en la popularización del género.

Por eso mismo, fue una gratísima sorpresa ver que esa tendencia también tenía su correspondencia en Navarra, y que contábamos con artistas que tenían las antenas bien orientadas hacia lo que se mueve un poco más allá de nuestras narices. En 2010 se presentó ante el público de Pamplona una nueva compañía, Circus Tancia, con artistas formados en escuelas de circo y danza. Su primer espectáculo, Frágil, sorprendió para bien. No sólo era un producto bien concebido y armado, sino que dosificaba alicientes circenses, una teatralización coherente, una inteligente puesta en escena, las dosis justas de sorpresa y ciertas notas de humor. Era una buena carta de presentación y parecía el gérmen de algo mayor. Allí había un “algo” esperanzador.

Desconozco cómo les fue comercialmente, si consiguieron los objetivos artísticos propuestos y si la apuesta económica fue rentable en forma de bolos, aquí y fuera de Navarra. Lo cierto es que ese “algo” se ha esfumado en su segundo trabajo, Oniro. Todo es más pobre. Me explico: son dos artistas correctos y resuelven los números circenses que se han marcado, de dificultad media. Se mueven coordinadamente y se nota que están ensayados. Pero nada sorprende. Nada atrapa ni roza la excelencia. Hay una incómoda sensación de ya visto, de más de lo mismo, de que falta el plus que exige el precio de la entrada. Como además sólo son dos en escena (eran tres en Frágil) y están la hora entera ante el público, se acaba notando el esfuerzo físico y se pierde una de las exigencias en este tipo de espectáculos: la sensación de facilidad.

Hay un intento de dramaturgia, pero es confuso. Los espectáculos sin palabras necesitan líneas de acción muy claras o, de lo contrario, el público desconecta con facilidad. Lo peor de construir personajes endebles, a los que la acción no transforma, es que llegado un momento te da igual quienes son o a dónde van. El espacio sonoro y visual de Oniro busca una magia que tampoco alcanza y las  transiciones son bruscas.

Circus Tancia trabajó este nuevo espectáculo becado con una residencia en Francia y se presentó en noviembre pasado con tres intérpretes. Algo pasó. Ahora se reestrena con dos. Me temo que siguen sin encontrar la clave y parece evidente que será difícil dar con ella sin una perspectiva ajena. En Frágil se notaba esa mirada externa, la codirección del chileno Álvaro Morales y Edurne Rankin. Aquí no la hay. Siempre es malo recortar en un mercado muy competitivo y saturado, donde hay tanto y tan bueno.

POR VÍCTOR IRIARTE. Publicado en Diario de Noticias el jueves 6 de febrero de 2014