Crítica de danza de Teobaldos en Diario de Noticias de danza japonesa del grupo Seiwa Taiko
TAIKO Y DANZA JAPONESA. Intérpretes: Grupo Seiwa Taiko de percusión japonesa. Chieko Kojima, bailarina. Yuta Kato, invitado especial de percusión de Taiko. Programación: Ayuntamiento de Pamplona. Lugar: Civivox Mendillorri. Fecha: 8 de marzo de 2014. Público: Lleno.
Tambores de paz
L palabra Taiko significa tambor japonés. Y, con su protagonismo, celebrábamos los 400 años de amistad hispano-japonesa. Nos situamos ante un espectáculo diríamos, del estilo de los de Mayumaná, que tanto éxito tienen, pero a la japonesa. O sea, un espectáculo de percusión, pero en el que todo lo circense se apacigua, y aquí se convierte en ritual. Los siete percusionistas -la bailarina también demuestra sus habilidades con el parche- hacen alarde de coordinación, sentido del ritmo, claro, y compenetración en la regulación de dinámicas e intensidades de los golpes; pero, además, se sitúan en una austera simetría, y cogen las baquetas con un adorno y vuelo de brazo, estudiado y ceremonioso, lo que otorga a todo el conjunto ese plus de sentido de la medida, la cortesía y la elegancia que tanto nos atrae de lo japonés.
Esto no quiere decir que no haya fortaleza y rotundidad en el resultado final, al contrario, el abombado Taiko -aun en su diversidad de longitudes y timbres- tiene una sonoridad que surge de la profundidad: cavernosa y redonda, nunca chillona, que no entra solamente por el oído, sino que hace vibrar a todo el cuerpo. Es, además, como un bajo continuo, que sirve de base al propio contrapunto del resto de la percusión, y a los timbres, muy extremos, de la flauta y platillos diversos. La función tiene un buen desarrollo, porque no se hace repetitiva -a pesar de la limitación de los instrumentos-, ya que se intercalan en el escenario varias formaciones, desde solos, hasta todo el conjunto, pasando por dúos, y la intervención de la danza y la voz. Hay que destacar, claro está, a los artistas invitados: Yuta Kato, el percusionista californiano de origen japonés, hizo unos solos de admirable contención-regulación en las intensidades del sonido; y también, una breve incursión en la finísima y aguda flauta.
Chieko Kojima -percusionista y bailarina de danza tradicional japonesa- cuidó las esencias de su milenaria cultura: en la danza, con la extrema delicadeza de unos pasos que resumen, en la posición de las manos, la rígida estructura del rito; y en la percusión, las inherentes cualidades del alma japonesa: seda y acero. El espectáculo -racial, a veces como nuestro flamenco- tuvo hasta algo parecido a una saeta. Y gustó mucho.
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