Hoy, a las 19.00 horas, en el Teatro Gayarre, La anarquista, de David Mamet. Elenco. Magüi Mira y Ana Wagener. Versión y dirección. José Pascual. Producción. Teatro Español. Entradas. 15, 12, 8 euros. Sinopsis: Una reflexión sobre el poder y su verdadera naturaleza, así como sobre la utilidad o no de la cárcel para reprimir el crimen y cambiar al criminal. La trama se sitúa en una cárcel de mujeres donde una condenada a cadena perpetua por terrorismo se juega la libertad condicional en una entrevista con una funcionaria de prisiones. La obra enfrenta a un personaje encerrado, pero libre mentalmente, con un personaje que vive en libertad, pero prisionero mental de sus prejuicios.

Magui Mira ha sido entrevista en Diario de Noticias. Resumo alguna de sus respuestas:

– Me hice actriz en el Gayarre. En el 81, yo estaba haciendo el monólogo La noche de Molly Bloom como práctica de fin de curso del Institut del Teatre de Barcelona, porque hasta entonces solo había estudiado y nada más, y no sé cómo, no sé si por algunas jornadas universitarias, no lo recuerdo, aparecí en el Gayarre. Se llenó y no me lo podía creer. Comenzaba la función en una cama y ya estaba en escena cuando el público entraba… Todavía me acuerdo del ruido de las pisadas de la gente entrando y colocándose en las butacas. Te juro que eso me impactó y más aun viendo que de pronto estaba actuando ante tanta gente, que reía conmigo, que guardaba silencio… Así durante una hora y media, con ovación al final. Entonces me dije «yo valgo para esto». Nunca olvidaré aquella experiencia.

La anarquista, de Mamet. Cuando la leí me quedé impactada. Mamet no sentencia, sino que destripa de una manera tremenda, salvaje, una realidad que estamos viviendo ahora. A mí me noqueó, pensé que escribía para Nueva York, pero no, él traspasa fronteras, por eso es uno de los dramaturgos más importantes también en el siglo XXI. Sus ideas viajan, su talento no entiende de límites y esta historia parece escrita para España.

– Estamos dos mujeres, Ana Wagener y yo, que hemos encarnado, dado carne y fibra, a estos personajes tremendos. Lo que sí es cierto es que para Mamet la palabra es esencial y aquí plantea un interesante debate de ideas. Un debate contaminadísimo, porque las ideas se contaminan con las emociones, y entre estas dos mujeres hay unos mares de fondo emocionales y unas dependencias salvajes… Una intenta salir de esa cárcel que, según ella, la retiene ilegalmente porque ya ha cumplido su pena de 35 años, y hay una funcionaria que no le quiere dar la libertad condicional. A partir de ahí sucede todo.

– Por ejemplo, en el caso de Kathy, sale el tema del perdón. Pero, vamos a ver, ¿qué eso?, hay que cumplir la ley bien y punto. Legislemos bien y cumplamos la ley. ¿Qué es esto del perdón y el arrepentimiento? ¿Existe alguna maquinita para medirlo, vamos a Telecinco a ver cómo lo hacemos? ¿Para qué todo el paripé? Eso es lo que opina Kathy, que dice algunas cosas fascinantes. Está acusada de un delito de terrorismo, mató a dos policías cuando era joven, pero ha cumplido su pena y se pregunta por qué sigue en la cárcel. ¿Qué pasa, dice, que los de fuera temen mis ideas? Ideas peores que las mías están ahí fuera, afirma; ideas que matan a las personas porque les roban, les condenan a la indignidad, al hambre, a la pobreza…

– ¿Son el perdón y el arrepentimiento conceptos morales más que legales? Morales y emocionales. Es el debate que propone Mamet, en el que Kathy dice una cosa, Ann otra, y el espectador debe sacar sus propias conclusiones.

-Mamet pone en escena a una mujer que está presa, pero que es mucho más libre que la que vive en la calle, que, como estamos un poco todos, está asustada, acobardada, por un estado que se dedica a decir no, no, no, no, no… a todo. Y no usa su libertad como podría y sin infringir la ley. Hay libertades que no usamos por miedo. Kathy en muchos sentidos es mucho más libre de mente y de cuerpo. De hecho, ella es homosexual y no lo oculta. Sin embargo, Ann se reprime aun cuando se siente muy atraída por las mujeres y por Kathy misma.

– En estos momentos hay cuatro obras dirigidas por mí en cartel. Dos de ellas, Un cuento de invierno, de Shakespeare, y Ay, Carmela, están en San Petersburgo; en España, Kathie y el hipopótamo termina el domingo en el Español y salimos de gira, y en marzo llegará a Madrid En el estanque dorado, que ahora recorre España. Yo misma lo veo y me quedo impactada. También tengo previsto dirigir en verano un espectáculo en Mérida y, a la vez, como actriz estoy haciendo La anarquista. Solo puedo decir que aprendo de las dos cosas, bebo de los dos pozos y para mí es muy estimulante. Por haber trabajado como actriz, cuando dirijo sé muy bien el valor que tienen un actor o una actriz; sé que si no están convencidos de lo que hacen su talento no va a aflorar al máximo. Yo no trabajo con jerarquías, no impongo. Y cuando estoy al otro lado, precisamente porque soy consciente de lo que es dirigir un equipo -presento un proyecto a mis colaboradores, desde música, hasta luz, sonido, actores…-, entiendo que como actriz estoy completamente al servicio de un texto y de un director.