Crítica de «TV or not TV», en la Escuela Navarra de Teatro, por Pedro Zabalza
Dirección: Álvaro Morales y Edurne Rankin. Intérpretes: Irantzu del Valle, Mireia Díaz, Amaia Izurzu, Izaskun Lasarte, Nano Napal, Víctor Zegarra. Lugar y fecha: ENT, 18, 19, 20, 25 y 27/05/12 y 1, 2 y 3/06/12.
Vayamos por partes
HACE tres años los alumnos de la Escuela Navarra de Teatro realizaron un excelente montaje titulado El mundo al revés, en el que, caracterizados como grotescos bufones, pasaban revista a las deformidades morales de la sociedad. En este final de curso, se ha recurrido a los directores de aquel espectáculo, Álvaro Morales y Edurne Rankin, para hacer una especie de segunda parte del Show de los bufones. TV or not TV han titulado el asunto. Hamletiana referencia que hace que me acuerde, como en aquella ocasión (y como le pasaba también al bueno de Hamlet) del bufón teatral por antonomasia (con permiso de Rigoletto): el pobre Yorick, con su, a su pesar, permanente sonrisa ante la cara del poderoso. Las segundas partes suelen tener mala fama, pero esto me parece injusto en el caso que nos ocupa. Bien es cierto que, por diversas razones (la sorpresa, la calidad literaria de los textos de aquella primera edición…) tengo un recuerdo magnífico de El mundo al revés que este TV or not TV tal vez no llega a alcanzar; pero, con todo, me parece un espectáculo más que digno, y con partes verdaderamente soberbias.
Pues bien, vayamos por partes: el espectáculo trata, como se ha dicho, de destripar y poner sobre la mesa de despiece las variadas miserias de la sociedad. Y si se trata de sacar cuchillo y tijera, no pueden faltar en la enumeración los dichosos recortes. A ellos se dedica el arranque de la obra, marcando claramente el tono y el contenido del resto. La situación de los inmigrantes, las críticas a la justicia, la hipocresía de los jerarcas eclesiásticos o el franquismo y la memoria perdida de sus víctimas serán otros de los temas que irán apareciendo a lo largo de este TV or not TV. El espectáculo se compone de piezas sueltas, de partes de un todo que vagamente se pretende unificar con el aglutinante de la referencia televisiva; algo que, no obstante, no se explota lo suficiente como para dar una sensación unitaria. Y en cuanto a las partes, hay cierta irregularidad, aunque también una línea media de calidad razonablemente elevada. Influye en este nivel la dirección ya experimentada del tándem Morales-Rankin. Las escenas se presentan bien hiladas, y son dinámicas y explosivas, como un bofetón en la cara. Hay un par estupendas: una, la del obispo subido sobre algo que podría tomarse como un paso semanasantero, con una cruz hecha con una antena de televisión a la espalda; un cuadro en el que se cargan de manera especial las tintas de lo grotesco, aunque de manera coherente, a mi juicio. Y la otra escena, o mejor, conjunto de ellas, es la parte final, que gira en torno al franquismo y a sus cunetas. Un capítulo visualmente muy atractivo y de gran intensidad.
Para El mundo al revés se seleccionaron varios escritos de Eduardo Galeano y de Nicanor Parra. Un listón muy alto con el que tratar de igualarse. Los textos tienen su enjundia, no obstante. Y, sobre todo, me gustaría destacar el trabajo de todos los actores sin excepción, que creo que estos sí que han sabido llegar al nivel de exigencia marcado por la dirección del montaje.
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