Una exposición en el palacio del Condestable de Pamplona y proyecciones de vídeos el viernes recuerdan a Pina Bausch
El Festival Teatro Gayarre Otras miradas, otras escenas quiere rendir homenaje a Pina Bausch con una exposición fotográfica que podrá verse en el vestíbulo del Condestable hasta el domingo 30 de mayo y con un maratón de proyecciones el viernes 21, desde las 16:30 horas.
La coreógrafa alemana murió a los 68 años, e inesperadamente, pocos días después de serle diagnosticado un cáncer, y nada más estrenar la pieza dedicada a Chile, uno de los muchos países que visitó a lo largo de su vida.
Bailarina y coreógrafa que revolucionó el lenguaje del cuerpo, su legado lo guarda la compañía Tanztheater Wuppertal. Su representante en España, Isabel González conocía bien a Bausch, pionera de la danza teatro, una danza narrativa y abstracta a partes iguales que aborda temas cotidianos y universales como el amor, el desamor, las diferencias de género, las relaciones o el baile mismo.
Según González, Bausch (Solingen, 1940-Wuppertal, 2009) ha pasado a la historia del mismo modo que otros grandes coreógrafos del siglo XX como Nijinsky, Martha Graham o Merce Cunningham. Y, como «creadora genial» que era, estar a su lado «enriquecía mucho», aunque «también estresaba», porque era una trabajadora incansable. Hija de taberneros, la bailarina viajó muy joven a Estados Unidos, de donde se trajo el gusto por la música americana de los 40 y 50 que luego usó mucho en sus espectáculos. A su regreso a Alemania, le encargaron hacerse cargo de la compañía de Wuppertal y ahí comenzó a gestar una estética influenciada por los expresionistas. Durante su primera etapa, Bausch montó grandes títulos como La consagración de la primavera y Ifigenia en Táuride, pero también otros más personales como Cafe Müller, pieza que representó durante años ella misma, ya que contiene recuerdos de su vida durante la posguerra, cuenta González.
En su segundo período creativo, Bausch apostó por las residencias, estableciéndose durante semanas en teatros de capitales de todo el mundo junto con su bailarines, a los que daba libertad para improvisar en torno a lo que les inspiraba la ciudad en cuestión. De ahí salieron obras dedicadas a Palermo, Madrid, Hong Kong, Estambul o Japón que se estrenaban primero en Alemania y luego en los países donde nacieron.
Ahora, cuando casi se cumple un año de su muerte, Pina Bausch «sigue entre nosotros» porque su obra perdura en su compañía, que ha decidido no crear nuevas coreografías para continuar difundiendo su legado bajo la batuta de Dominique Mercy y Robert Strun, dos personas de confianza de la coreógrafa, cuyos restos descansan en un bosque de Wuppertal, rodeados de árboles y de agua, elemento tan presente en sus últimos espectáculos.
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