- by Victor Iriarte Ruiz
- on 11th julio 2008
- in Magalia 08
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Nueve artistas andaluces se reencuentran en Magalia
Nueve artistas andaluces han sido seleccionados para los III Encuentros de Creación Contemporánea en Magalia, el único festival de teatro y danza que se programa en verano en España que no ofrece obras terminadas, sino procesos creativos cuyo montaje final sólo se conocerá el día de la exhibición. Son José Chaves, Maribel Chica, Sara Molina, María del Mar Fuentes, Juan Luis Matilla, Mónica Francés, Carlos Álvarez-Ossorio, Paloma Díaz y Fidel Cabeza.
Esta muestra, que se celebra por tercer año consecutivo organizada por la Red de Teatros Alternativos, comenzó el 3 de julio con el encierro de 42 creadores e intérpretes españoles en el castillo ubicado en Las Navas del Marqués (Ávila) y ofrecerá al público del 9 al 12 de julio doce propuestas de teatro, danza y performance cuyo resultado ahora mismo es una incógnita.
La Junta de Andalucía es uno de los patrocinadores de este evento, cuyo presupuesto total de 155.000 euros costean el INAEM y la Dirección General de Política e Industrias Culturales, ambos dependientes del Ministerio de Cultura del Gobierno de España, y las comunidades autónomas de Cataluña, Castilla y León, Navarra, Aragón, País Vasco, Madrid, Canarias y Baleares.
La peculiar idiosincrasia de los Encuentros en Magalia lo convierten en la auténtica “alternativa” a la rica oferta teatral cerrada que se exhibe en distintos festivales españoles durante el verano. La Red selecciona y reúne a 42 artistas, entre autores, intérpretes y directores, que no se conocían ni habían trabajado antes juntos. El reto es apasionante: tienen apenas siete días para ensayar 12 propuestas escénicas, cuya exhibición permitirá conocer el sobresaliente momento creativo que viven las nuevas tendencias y el teatro-danza no convencional en España.
José Chaves (Córdoba, 1959) es un actor formado en el Centro Andaluz de Teatro (CAT) muy conocido por su participación en programas de Canal Sur de televisión y por sus incursiones en el cine (en Solas, de Benito Zambrano; Siete vírgenes, de Alberto Rodríguez, Once días contigo, de Chus Ponce y, especialmente, en Yo soy la Juani, de Bigas Luna). En la actualidad, trabaja con Digo Digo Teatro, compañía sevillana especializada en comedia para adultos de creación propia que ha dado éxitos como Vampiros y que estrenará en breve 2060. El fin del mundo. Está en Magalia a propuesta de la sevillana Sala Cero, con quien ha trabajado en Recalificados. “Está siendo un trabajo muy intenso por su carácter de laboratorio donde jugar, probar e investigar para ver qué sale antes que buscar un resultado final”, explica.
Chaves prepara dos lecturas dramatizadas: Fuso Negro, de Eva Hibernia, donde es dirigido por Fernando Soto, y Plastelina, de Marta Buchaca, con puesta en escena de Eva Hibernia. “Es curioso, la primera está mejor construida dramatúrgicamente pero la segunda tiene un tema más interesante porque está basada en un suceso real, habla de la violencia gratuita, de esos chavales que quemaron a una mendiga en un cajero automático”, señala el actor cordobés. “También es interesante trabajar con dos directores muy diferentes: Fernando hace que el actor proponga cosas mientras que Eva tiene todo más resuelto”, afirma. Lo que más le satisface de la cita abulense es el grado de colaboración entre los 42 artistas presentes.
Nueve intérpretes andaluces
Hay más actores andaluces seleccionados para los Encuentros de Creación Contemporánea, como Maribel Chica (Jaén, 1973), vecina de Sevilla desde hace 16 años. “Magalia es un subidón, muy inspirador, toda una puesta a punto para cualquier actor”, destaca. Chica participó en la edición de 2007 en una de las actividades paralelas, los Diálogos en Magalia. “Acompañamos tres alumnos a Antonio Onetti a un debate sobre escuelas españolas de dramaturgia y leímos en público dos textos, uno de ellos mío, Las dos Saras. Vi esto y flipé, porque me daba una envidia cochina el ambiente de los actores, tan concentrados y a tope en el castillo y pedí a las salas Cero y La Fundición que me propusieran”, dice.
Actriz formada en el CAT que tuvo su propia compañía, Decocoyhuevo, y rostro habitual de los culebrones de Canal Sur, está centrada ahora en la escritura teatral. En Magalia ensaya dos lecturas dramatizadas. “Lo mejor, y más raro, es tener en el castillo a la autora de Fuso Negro, Eva Hibernia, con la que puedo comentar cosas de mi personaje. Plastelina, una obra más convencional, está cobrando mucha vida con la puesta en escena”, indica. El “encierro” le está rejuveneciendo: “Interpreto a una chica de 16 años y a una veinteañera, así que encantada de quitarme años”, sonríe.
Jienense es también Sara Molina (Jaén, 1958) que ha desarrollado toda su carrera en Granada, además de dar clases de interpretación en la actualidad en la ESAEM de Málaga. Artista más veterana y con más recorrido entre los presentes en Magalia, no en vano ha dirigido 27 montajes con su compañía Q Teatro, una de las formaciones señeras en Andalucía en teatro contemporáneo, participó como directora en la edición de 2007 y ahora llega con una propuesta propia, el tríptico Fuera-dentro-fuera, inspirado en el castillo. “Magalia es un espacio físico pero también mental que favorece el encuentro, así que he preparado tres dispositivos escénicos, tres artilugios que construyes para reflexionar sobre el papel del público”, explica. En el primero, Fuera, quiere colocar al espectador en un lugar alejado de la acción, “al contrario de lo que sucede en la realidad, que todo se organiza para que el público lo vea nítidamente; quiero conseguir que surja el deseo de verlo más cerca”. En Dentro utiliza un texto suyo escrito para la radio, titulado RKO. “El teatro radiofónico es un dentrofuera curioso porque la intimidad del estudio se combina con la proyección a públicos lejanos”, añade. Finalmente, en la tercera parte, Fuera, homenajea al actor. “Tiene más conexión con el pasacalle, el circo y la improvisación y quiero que concluya conduciendo a los espectadores a una manifestación dadá y surrealista”, apunta.
Sara Molina es una directora exigente con discurso propio. “Trato de revitalizar el intelecto”, afirma, con propuestas espectaculares y ofreciendo “pensamiento denso, aunque el formato sea el cabaré”. El año pasado tuvo discusiones intensas con los autores de los textos que dirigió. “Fue muy interesante y me permitió revisar planteamientos, porque hay autores que tratan de escribir la representación y eso no es posible, porque la puesta en escena siempre es trasgresión. También me ayudó a enfocar más nítidamente mis puntos de vista, porque lo que de verdad me importa son los actores; de hecho, lo supedito todo a ellos”, recalca. Ha tenido suerte con los que le han correspondido las dos ediciones. “Hay que alabarlos, porque llegan sin conocerte y tienen que entender en muy poco tiempo tu planteamiento y lo que esperas de ellos; afortunadamente cuento con un grupo que muestra gran interés y muy buena disposición”, concluye.
Sara Molina es de las pocas directoras que se ha traído de la mano a Las Navas a una intérprete a la que conoce bien, Mónica Francés (Granada, 1971), integrante de su compañía Q Teatre desde 1995. “Con ella he desarrollado mi carrera como actriz y estoy con ella porque me identifico con su discurso”, señala. Licenciada en Hispánicas y crítica teatral del periódico Granada Hoy desde hace cuatro años, no ha pasado por escuelas de interpretación. “He aprendido en faena, con Sara, con Francisco Ortuño, ahora director del CAT, y con Juan Navarro, que ha trabajado con Rodrigo García y Roger Bernat”, añade.
El proceso creativo en Magalia es, en su opinión “un descubrimiento, un encuentro precioso, pues supone una auténtica vuelta de tuerca al trabajar en muy pocos días, además de lo hermoso que supone el encuentro con otros colegas de la profesión”, explica. Respecto a su trabajo en Fuera-dentro-fuera, destaca lo que supone de “cuestionamiento de la mirada del espectador y de la búsqueda del espectáculo como acontecimiento”. Le gusta que Sara Molina escriba sus obras a partir de los intérpretes con los que cuenta. “Tenía una idea base que no estaba cerrada y que la ha reescrito y sobrescrito para el espacio y con los instrumentos que tiene, que somos nosotros los actores. No me importa el resultado final, sólo espero pasármelo bien y no perder el ejercicio lúdico, el placer de interpretar y trabajar en equipo”, concluye.
María del Mar Fuentes (Almería, 1976) también forma parte del elenco que tiene que construir Fuera-dentro-fuera, de Sara Molina. Formada en los cursos que promovía la asociación AL-Teatro de su ciudad natal, hizo mucha animación, café-teatro y muchas obras de autores almerienses, “como el primer texto de Paco Becerra, último premio Calderón, cuando no era un escritor conocido”, recuerda. Tras estudiar Humanidades, se licenció en la ESAD de Sevilla y es máster en gestión cultural por la SGAE y la Universidad Complutense. En la actualidad, trabaja en la oficina de la Red de Teatros Alternativos en Madrid.
“Gracias a Magalia puedo volver al escenario con una directora que siempre he admirado y con la que hice un curso en Almería siendo estudiante”, indica. “Es como un regalo. He estado en la organización y sabía que era una oportunidad y ahora puedo vivirla, no tanto porque te vaya a salir una oferta para actuar sino por compartir y conocer cómo trabajan otros”, explica. “El teatro es un mundo difícil y aquí te regalan un tiempo, un espacio y una gente. Por eso Magalia es un sitio necesario que todavía está creciendo y necesita dar con la fórmula exacta, que todavía no ha encontrado, pero que hay que apoyar”, reivindica. Al haber trabajado en la oficina de coordinación, sabe de las dificultades de sacarlo adelante: “Es muy duro y tiene muchos riesgos, se vive con mucha incertidumbre debido a los problemas de financiación, con una gestión que tiene que ser muy rápida y en la que el error puede tener consecuencias, por lo que hay que trabajar al límite”, recuerda.
Carlos Álvarez-Ossorio (Sevilla, 1973) es con Sara Molina el otro director andaluz que acude a Magalia, con el encargo de poner en escena dos obras con “muchas virtudes y algunos defectos que hay que resolver escénicamente”: Ventana a Manhattan, del catalán Carles Mallol, y Todos los caminos, del madrileño Juan Pablo Heras, con dos grupos de grandes actores y problemas de tiempo. “Alguno de los intérpretes está ensayando a la vez tres trabajos y no hay posibilidades de profundizar más en el texto, porque hay un compromiso de exhibirlo con unos resultados más o menos estéticos”, declara. Sólo eligió una de las piezas, Todos los caminos, “que tiene mucho que ver conmigo”.
Álvarez-Ossorio, licenciado en Comunicación Audiovisual, estudió dirección escénica en el Instituto del Teatro de Sevilla y en Territorio Nuevos Tiempos (TNT), laboratorio de la compañía Atalaya que dirige Ricardo Iniesta. Al acabar, formó su propia compañía, Cámara negra, con quien representó en la ciudad hispalense La gaviota, Otelo, Apuntes para un Hamlet, Hamlet Machine y La soledad de los campos de algodón, “siempre dramaturgias propias muy radicales para pocos actores”, aclara. También dirigió a grupos alternativos y en el CAT (Cuaderno de bitácora, de Damaris Matos, y Y Julieta, del griego Akis Dimos). Hace cuatro años se trasladó a Santiago de Compostela y Cámara negra ha representado en gallego Brand, un Ibsen nunca antes interpretado en España. En su periplo gallego ganó en 2007 un premio Max al mejor autor en ese idioma, por A casa do pai (La casa del padre).
En su opinión, Magalia es el lugar adecuado para reciclarse. “Especialmente los que tenemos compañía propia, lo que te lleva a una vorágine endogámica y donde los problemas de producción y distribución te acaban afectando. Aquí te centras en el proceso puramente artístico, lo que se convierte en un pequeño oasis dentro de los problemas del sector”. En su opinión, la propuesta de la Red de Teatros Alternativos es “genial como laboratorio, pero tiene el peligro de ser un espejismo: me encanta trabajar en espacios no teatrales pero a la hora de la realidad es muy complicado y se convierten en obras difíciles de vender”, concluye.
Paloma Díaz (Madrid, 1969), residente en Sevilla desde los 12 años, es la impulsora de la compañía La Permanente, para la que ha firmado las coreografías Ha pasado un ángel y Sé o no sé. Antes se formó en el Instituto del Teatro de Sevilla y en la Folkwang de Essen (Alemania), con bailarines de Pina Bausch, y con Carmen Werner. A Magalia llega con un proyecto propio, Una palabra, para el que cuenta con el también sevillano Juan Luis Matilla. “Me interesa trabajar con la palabra como negación, porque lo que debe servir para comunicarnos se convierte en lo contrario. Analizo la mentira, lo que se deja de decir, lo que yo pienso que tu piensas que yo pienso, la verborrea con la que tenemos que convivir, las palabras que no se han dicho y que no sé qué pasa luego con ellas”, reflexiona. “Supongo que si necesito hacer una coreografía de eso es porque no tengo suficientes palabras para explicarlo, pero dicen que el 70% de la comunicación es gestualidad, comunicación no verbal, así que quiero bailar eso”, añade.
En su opinión, “Magalia son diez días para volar, porque lo interesante es el proceso. Aquí espero encontrar claves, tesoros para coger y partes para desechar. Siento la presión del resultado, que tengo que mostrar algo y quedar bien, pero sé que no es tiempo suficiente y que necesitaré más para que de esta idea salga un espectáculo”, añade. Cuenta con una beca de creación coreográfica de la Comunidad de Madrid y una subvención de la Junta de Andalucía. “Dedicarme a esto es una necesidad de expresión, quiero ser comprendida y necesito esa empatía. Me encantaría enganchar”, indica.
En su propuesta Una palabra participa Juan Luis Matilla (Salamanca, 1978), afincado desde niño en Sevilla, donde estudió danza y comenzó a bailar (Yo cocino y él friega los platos, con el Centro de Artes Escénicas; Tus hijos me están jodiendo la vida, con la compañía Mopa), antes de hacerlo también en Valencia (Ten tides, con Cel Ras) y Bruselas. “Magalia es maravilloso, especialmente para quienes hemos trabajado mucho en solitario. Cuando te juntas con la gente se multiplican las ideas, crece la experiencia y descubres que tus propuestas se vuelven más interesantes”, apunta.
En su opinión, lo importante de la experiencia de Magalia es el proceso. “Igual sale algo concreto o se queda aquí pero dentro de unos años te vuelves a encontrar con alguien que has conocido estos días y salta la chispa y nuevas colaboraciones”, indica. Además, está comprobando que los autores están abiertos a los intérpretes. “Es una constante ahora mismo: la danza actual no es tanto una propuesta cerrada sino una creación de un director a partir de lo que le proponen sus bailarines; se trabaja más con las personas”, concluye. Participa.
Fidel Cabeza (Algeciras, Cádiz, 1974) es pianista de clásico que desde hace 8 años se ha especializado en acompañamiento de danza clásica y española en las clases del Conservatorio de Sevilla, además de colaborar con los cursos que imparte la Compañía Andaluza de Danza. “Es una técnica mucho más sucia, porque tienes que estar improvisando para acompañar a lo que te está diciendo el bailarín; es un trabajo más peligroso, porque se hace sin partitura y sin saber mucho antes lo que vas a tocar. Ahora mismo ya no sé donde tengo el ojo y creo que mi mejor visión es la periférica”, señala. También ha colaborado con el coro de su ciudad natal, la Sociedad Algecireña de Fomento (SAF), donde cantó y con los que ha interpretado el Catuli Carmina para coro y cuatro pianos de Karl Off recientemente.
Cabeza está en Magalia para acompañar el proyecto de Javier Sánchez Bastias y José Manuel Mora El lamento de donkarlos, una versión libre a partir del Don Carlos de Schiller y de la ópera de Verdi cuyo contenido, a pesar de estar presente en todos los ensayos, todavía no conoce bien. “Toco la reducción de orquesta a piano y un tema de Domenico Modugno, pero hasta ahora en los ensayos se cambian continuamente las cosas y pocas dudas me han solucionado mis compañeros”, declara. Está en Magalia “porque me gusta decir a todo que sí y de todo se aprende y en el Conservatorio he hecho cosas relacionadas con el teatro”, indica. En su opinión, “Magalia es el sitio ideal para trabajar con cierta tranquilidad, meditar y pensar las cosas, aunque no lo elegiría por el frío que hace. Soy de los que están a gusto en Sevilla en agosto a 45 grados. Noto las manos bien cuando la gota de sudor me corre por la espalda al interpretar”, concluye.
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