La actriz Vicky Peña declaró ayer: «La única manera que tengo de formar parte de la sociedad es actuar y la actuación es una carrera de fondo frente a los efectos perniciosos del triunfo fácil y la fama. Lo hizo el martes en una conferencia enmarcada en el Festival Teatro Gayarre, celebrada en la Escuela Navarra de Teatro.

“Os cuento mi vida porque es lo único que tengo”, anunció Peña a los oyentes. La actriz catalana empezó muy joven a amar el teatro, cuando seguía en los camerinos las actuaciones de sus padres, también actores. Y eso que comenzó trabajando como enfermera hasta que “un buen día de verano” se quedó “fascinada” con una obra y decidió que quería ser actriz. Profesión que “ha logrado estructurar mi ser desordenado gracias a que requiere muchos rigores y exigencias”, dijo.

Peña se siente “orgullosa” de su profesión, que requiere “una gran responsabilidad”. Quizá por ello no quiso comenzar su carrera al abrigo de sus padres sino que obtuvo “el carné de actor” a través del meritoriaje, es decir, “trabajando mucho tiempo por poco dinero”. Y también por ello prefirió unirse al deseo “de muchos actores de sacar al arte dramático de la banalidad y la tontería” y apostó por la “autogestión” en el teatro Griego de Barcelona. “Era muy duro y además de actuar tenía que montar los focos, servir copas”, recordó.

Peña calificó su profesión como una “carrera de fondo”, si bien quiso alertar de forma velada a los estudiantes de los “efectos perniciosos” de “la fama y el triunfo fácil” en el que se ven envueltos algunos jóvenes actores. Una profesión que, en el caso de la actriz catalana, ha culminado con cuatro premios Max de teatro pero que también ha estado salpicada de “momentos muy tristes en los que esperaba junto al teléfono una llamada”. Sin embargo, señaló con orgullo que “nunca” ha aceptado un papel que considerara “miserable”. Con alguna pequeña excepción, ligada al doblaje y que la actriz confiesa con una sonrisa piadosa: “aquellas películas de estudiantes americanos que se los comían los peces y aquellas películas que llegaron con el boom del cine erótico”.

Incluso los papeles que le producen repulsión, como el caso delpersonaje de Carmen Polo de Franco que interpretó, pueden servir a la actriz “para crecer”. “No hay que desechar papeles con los que uno siente un gran malestar y que están muy alejados de uno mismo. También nosotros somos mezquinos y cobardes. Además, de esta forma uno crece como persona y como actriz”, hasta lograr que el actor sea “como un abanico, que puede desplegar muchas caras y cuando se cierra lo que queda es la persona”.

Este “compromiso” a la hora de escoger los papeles también ha llevado a recibir críticas, como cuando encarnó a una británica que decide adoptar el velo y viajar a Afganistán en Homebody/Kabul, papel que sin embargo le ha granjeado un premio Max de Teatro. “Un actor realiza un trabajo de interpretación en todos lo géneros, pero de forma diferente. En el cine, uno es una parte más del montaje, tiene que aprender que no es el protagonista. A veces, uno pone todo el sentimiento en una escena, incluso echa la lagrimita y resulta que esa escena queda en balde porque no aparece en primer plano”. En lado opuesto de la cuerda se encuentra el teatro, que para la actriz “el toque de piedra y el modo más cierto y verdadero de entrar en contacto con el oficio. Es la máxima responsabilidad para un actor”, recalcó.