El Ballet de Carmen Roche ofrece hoy una particular versión familiar de Cenicienta que llegará hoy, en sendas funciones de 17.30 y 20.00 horas, al Teatro Gayarre de Pamplona. Una Cenicienta nada ñoña sino que se enfada, se rebela y se refugia en un mundo de sueños que conseguirá hacer realidad.
Precios: 17 euros sala, 14 euros palco y 6 euros anfiteatro (3 euros Gayarre joven).
Danza y teatro se dan cita en esta propuesta dirigida a toda la familia. En esta renovada versión, no hay hada madrina, sino un mago que viaja en bicicleta, tres hermanastras que patinan y una carroza que se transmuta en patinete tuneado. Sin olvidar la preciosa música de Prokofiev, a la que se unen las proyecciones, las voces en off, las ideas de Olga Margallo, autora de la adaptación del texto, y Tony Fabre, en la coreografía.
Y, por supuesto, Carmen Roche. La bailarina y coreógrafa deseaba montar un espectáculo familiar «desde hace tiempo», y se decidió «después de ver el Romeo y Julieta de Olga». Sumado Fabre a la ecuación, el proyectó tardó cinco meses en gestar «un resultado muy agradable» que rompe con varios de los tópicos que, a juicio de Roche, ha ido arrastrando el clásico de Perrault. Y es que, aquí, Cenicienta, interpretada por la bailarina japonesa Yuka Iseda, «es más decidida, no sufre tanto y se enfada por las cosas que le dicen sus hermanas». Del mismo modo que, mediante distintas proyecciones, es un grupo de niños de 3 a 7 años el que va narrando los capítulos esenciales del cuento «a su manera», al estilo del Juego de niños de Xavier Sardá, centrándose en lo que más les llama la atención y generando pequeños diálogos que resultan de lo más divertido.
El Ballet de Carmen Roche ya sorprendió a los pamploneses hace dos Navidades con un bello Cascanueces en Baluarte.
Las palabras, por un lado, y la danza neoclásica encarnada en catorce bailarines, por otro, son los argumentos de la producción que cuenta con un vídeo grabado a los más pequeños de la escuela de Carmen Roche en Madrid. Una conjunción inédita de ingredientes basada en una motivación clara: «En nuestra propuesta huimos del estereotipo del montaje infantil, donde se recurre y abusa de músicas pegadizas, canciones facilonas, coreografías simples, vestuarios llenos de colores chillones y diseños recargados». «A un niño, igual que a un adulto, hay que tratarle con inteligencia y, por eso, en este caso teníamos claro que debíamos trabajado mucho la coreografía para generar movimientos que pudiesen entusiasmar a los más pequeños, porque, de lo contrario, se aburrirían», apunta Roche. Además, este formato hace las veces de atractivo anzuelo para enganchar a la danza al público infantil, que no es sino el espectador de mañana.

Carmen Roche
Zaragoza, 1948. La labor de esta coreógrafa, directora y ex bailarina es tan extensa como relevante en la danza española. Comenzó estudiando con María de Ávila en Zaragoza y con 13 años ya bailaba en el Ballet de Antonio, donde interpretó papeles como solista. Su paso por el Ballet Gulbenkian de Portugal en 1966, inicia una trayectoria internacional que desarrollará hasta 1979. En el Ballet del Siglo XX, dirigido por Maurice Béjart, desarrolló Carmen Roche una importante labor artística. Primero como bailarina, solista de las principales obras de la compañía como Cantata 51, Romeo y Julieta y La consagración de la primavera. Después, como maestra del ballet y directora de enseñanza de la Escuela Mudra, liderada por Béjart. Su labor pedagógica ha sido muy significativa y la ha desarrollado con cursos avanzados, clases magistrales y conferencias por prestigiosas escuelas y compañías internacionales. Regresó a España en 1979 como subdirectora del Ballet Clásico Nacional y directora de la Escuela Nacional de Danza Clásica. En 1984 creó el Centro Internacional de Danza de Madrid.