El hispanista Ian Gibson retrata en su última obra a Ramón Ruiz Alonso, tipógrafo y político ultraderechista, considerado responsable de la delación y detención de García Lorca y supuestamente relacionado con la denuncia que motivaría el fusilamiento del poeta granadino. Lo hace en el libro El hombre que detuvo a García Lorca (Aguilar), que se publicará el 12 de septiembre y con el el hispanista pretende poner «punto y final» a sus estudios sobre la muerte del granadino. Aunque no es la primera vez que trata al que puede considerarse «verdugo» del dramaturgo, con su último libro el escritor reúne y ordena el material que aglutinaba en su archivo y se centra en la trayectoria de un hombre, dice, «absolutamente fundamental en lo que pasó con el poeta».
Curiosamente, Ruiz Alonso tuvo tres hijas que han sido actrices de gran nivel: Emma Penella, fallecida hace unos días, Terele Pávez y Elisa Montes. Sin embargo, ninguna ha colaborado en el libro sobre su padre.
En su obra, Gibson describe a un Ruiz Alonso que llega a Granada en 1932 para trabajar como tipógrafo y como propagandista y que se convertiría pronto en una influyente personalidad, tras conseguir un escaño como diputado en la lista de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA). Según el hispanista, este ultraderechista, perteneciente a una familia de clase media venida a menos y al que llamaron «el obrero amaestrado», llegó a Granada cargado de «resentimiento y odio». «Era un maniqueo radical, para quien todos los socialistas eran diablos; un hombre violento, agresivo, que consideró a los rojos antiespañoles, puesto que sólo él y los suyos eran los auténticos».
En 1936, Ruiz Alonso perdió su escaño y desde entonces empezó a conspirar «contra una democracia a la que había llegado a odiar», para participar después en la represión de los republicanos de Granada, donde se produjeron centenares de «feroces» fusilamientos. Pero un episodio concreto lo catapultaría ante los ojos de la historia, puesto que este tipógrafo fue el responsable directo de la detención de Lorca y de trasladarlo hasta el Gobierno Civil.
Aunque Ruiz Alonso nunca negó haber participado en el arresto, que confesó al propio Gibson en una entrevista en 1967, sí se escudó siempre en que lo hizo «obedeciendo órdenes del gobernador civil». No obstante, «la gran cuestión» radica en la denuncia que habría motivado su detención, de ahí que en esta nueva obra profundice en que ésta saldría «del seno de la CEDA y que hubo una implicación importante de Ruiz Alonso», aunque no se conozca el documento que la demuestre.
Según Gibson, el interés de acabar con la vida de Lorca radicaba no sólo en las envidias que despertaba por su amplísima fama y «puro genio», sino por su pública condición de rojo y homosexual. Gibson lo retrata en su obra como un «fanático resentido» y un «fascista católico», interesado en exponer su virilidad.