CRÍTICA TEATRO

PINOCHO. UN MUSICAL PARA SOÑAR. Producción: Trencadís Produccions (Comunidad Valenciana). Dramaturgia: Josep Mollá. Dirección: José Tomás Chàfer. Intérpretes: Edgar Moreno, Enric Juezas, Paula Espinosa, Hugo Ruiz y María José Capel. Música original: Francis. J Caracterización y peluquería: Inma Fuentes. Escenografía: Dora Piles y Amadeu Vives. Coreografías: Pachi G. Fenollar. Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: Miércoles 30 de diciembre. Público: Lleno (sesión matinal).

Pinueve o Pidiez

Trencadís es una productora joven pero con ideas claras y mucha profesionalidad. Hace tres años sorprendió con un Aladín spielberiano –movían un elefante de tamaño real en el escenario y el protagonista volaba sobre una alfombra mágica– y ha vuelto por Navidad con un excelente Pinocho, bien interpretado, vestido y dirigido. Un espectáculo sobresaliente, de nueve o de diez.

La historia de Pinocho es conocida. En esta versión, que respeta el argumento original, el adaptador ofrece una variante sugestiva al no enfatizar la mentira y sus consecuencias en el protagonista, el crecimiento de la nariz –limitado a una única escena, bien ejecutada con teatro de sombras–, sino que pone el acento en la necesidad de conocimiento para evitar vivir bajo el engaño y la explotación. Son los malvados –el empresario circense sin escrúpulos y el zorro y gato que viven de la estafa– quienes de verdad hacen daño engañando a los infelices e iletrados. La voluntad de humanizarse de la marioneta, de llegar a ser una persona, está unida por tanto a la educación. Un mensaje pedagógico que empasta muy bien con el relato de Carlo Collodi, además de  muy “político” en tiempos de IVA al 21% y de preferentes, que también se cuelan en los diálogos.

Cinco intérpretes se reparten todos los papeles, en un esfuerzo muy logrado de los cuatro que doblan por personalizar cada personaje. Se ayudan de unos vistosos  figurines, pelucas y complementos, pero además son excelentes intérpretes. Todo el reparto canta y baila con solvencia. Ayuda al éxito de la función la variedad estilística de las diez melodías. Este Pinocho es un musical moderno, en el que las canciones no interrumpen la acción, sino que la impulsan.

La escenografía, como en el trabajo anterior de la compañía, está muy bien concebida y es excelente por su versatilidad. El taller de Gepeto en la primera escena se convierte en la calle del pueblo después y será más adelante el escenario de un teatrillo de marionetas. Toda el atrezzo contribuye al lucimiento general: es magnífico el uso de luz negra para simular la boca de la ballena y el uso de telones (para mostrar la tripa del cetáceo) pero es igual de impactante, aun en su sencillez, la primera aparición de Pinocho moviéndose. La obra exige un trabajo muy preciso entre bastidores que se hizo sin errores, lo que permitió dar un ritmo vivísimo a un montaje que contribuyó a despedir el año de manera inmejorable.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el lunes 4 de enero de 2016.