Ópera de Camara de Navarra (OCN) estrena este viernes en el Teatro Gayarre de Pamplona su producción número 15: Lazarillo de Tormes. La primera función abierta al público tendrá lugar a las 19.30 horas, y se repetirá al día siguiente, sábado, también a las 19.30 horas.

El precio de las entradas oscila entre los 15 y los 20 euros (10 y 15 para jóvenes hasta 20 años).

Escucha la entrevista en EL APUNTADOR:

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Según Pablo Ramos, director de escena, “para Ópera de Cámara, Lazarillo de Tormes era un proyecto que llevábamos tiempo pensando y que era un gran reto. De alguna forma significa la adaptación de un texto clásico a la ópera, puesto que creemos que es un genero en el que caben muchas otras disciplinas”. OCN ha contado de nuevo con el compositor Iñigo Casalí. “Es un experto en música renacentista y era perfecto para sacar del baúl este texto clásico en el que se dan cita valores que son muy actuales”. Valores que se entremezclan o discurren por un nutrido río llamado picaresca que es el auténtico leit motiv de la obra. “Se trata de un chico virgen al mundo que aprende las cosas malas a base de palos. De esta forma, el mentir, el engañar y el traicionar se convierten para él en un hecho habitual, cosa que también es el pan de cada día en el mundo actual… Asimismo, el hidalgo representa el poder económico venido a menos, tan presente en nuestros días. En definitiva, en Lazarillo están reflejados todos los grandes temas de la historia además de ser un personaje que tiene una gran conexión tanto con el mundo de la infancia como con el de los mayores”.

Y qué mejor manera de mostrar a las claras la dualidad temporal entre el siglo XV y XVI y el XXI que con un jumelage entre escenografía, con imágenes muy actuales casi publicitarias, y un vestuario de época. “Nos gusta jugar en el tiempo. No queríamos hacer algo historicista, llevándolo escrupulosamente al siglo XVI, queríamos hacerlo moderno, llevándolo, por ejemplo, a la Rochapea del siglo XXI. Nos gusta que todo tenga un cierto sentido y que cada elemento hable por sí mismo”. Así, los tres habitáculos principales en los que discurre la ópera reflejan aspectos tan dispares como la comida y la abundancia, el vino, el lujo y la vida, y el puente como herramienta para pasar de un estadio a otro. “Lo que hace el Lazarillo es vivir una serie de desventuras que le llevan a una madurez, y eso es lo que hemos querido interpretar con esta escenografía intemporal”.

Un lazarillo que, para esta ópera, se ha transformado en lazarilla, ya que el papel lo interpreta la soprano pamplonesa Raquel Andueza. “Habitualmente los niños tienen voces blancas, que no entran en la tesitura de las voces de ópera, pero en este sentido y con la voz que tiene Raquel nos pareció que era la mejor para el personaje. El interés por Raquel nació por el Lazarillo, no al revés, porque es una de las voces más bonitas que tiene el barroco español e internacional”.

Carlos Crooke ha sido la pluma que ha transformado una obra de la que todo el mundo ha oído hablar en el libreto de una ópera; una tarea ardua y no exenta de riesgos. “De primeras, fue un trabajo que asustaba… El Lazarillo es un obra maravillosa y, precisamente por eso, por una parte tienes el miedo de estar a la altura y por otra tiene algo muy bueno: que el material es buenísimo, de forma que la mitad del libreto te lo están dando hecho. La cuestión radicaba en cómo transformarlo en ópera…”. Una labor que les creó no pocos quebraderos de cabeza: “El Lazarillo es novela y, además, escrita en primera persona y casi sin diálogos. Así que lo primero era trasladarlo al lenguaje teatral, en un trabajo conjunto con Iñigo Casalí, en el que la clave ha sido destacar aquello que nos parecía más importante de cada capítulo, porque hemos tenido que resumir bastante hasta cerrarlo todo en un hora”.

Con las claves y la estructura ya en la mano, la principal herramienta para llevar a buen puerto su trabajo fue la imaginación. “En muchas ocasiones hemos tenido que inventar diálogos que en la novela se dan por supuestos; y una vez que lo trasladamos todo al lenguaje teatral, vino la segunda parte: la música. Es decir, decidir lo que iba a ser a cada pequeña parte: dúos, arias de amor, etcétera. Con la música cerramos definitivamente la estructura, que cuenta con algunas partes en prosa y otras en verso, en la que, aunque no queremos desentrañarlo todo, hemos partido del final para empezar la historia y que el público pueda entender mejor la obra”.

Un entendimiento que hunde su gracia particular en la picaresca, que a su vez ejerce como nexo de unión intergeneracional. “En este sentido sí que hemos tenido largas discusiones, ya que la novela cuenta unas cosas súper duras: es la historia de un muchacho, desde la infancia hasta que se hace un jovenzuelo, al que no le pasan más que cosas malas, por lo que no le queda más remedio que hacerse un pícaro para sobrevivir. Esto, normalmente, debiera ser un drama, pero gracias a la picaresca casi acabas partiéndote de risa con su desgracia. Eso es lo que nosotros hemos querido trasladar al libreto, con la complicación de que es una ópera para todos los públicos”.

Reparto. Lazarillo, Raquel Andueza (soprano); Madre Lazarillo y Mujer Lazarillo, Marta Huarte (soprano); Escudero, Marta Infante (mezzo); Ciego, Arcipreste, Víctor Sordo (tenor); Clérigo, Jesús García Aréjula (bajo).

Director de escena, Pablo Ramos; Libreto, Carlos Crooke; Compositor y director de orquesta, Iñigo Casalí; Producción, Txema Lacunza; Escenografía, Nicolás Alba; Vestuario, Edurne Ibáñez; Imágenes, Leandro Suárez; Iluminación, Koldo Taínta; Escenario, Fermín Blanco; Atrezzo, Olaia Elizalde; Peluquería y maquillaje, Amaia Mendo; Fotografía, Mikel Legaristi.