Título. Lemon Paiva. A la postre, ¡humor!

Creador e intérprete. Pedro Paiva.

Cuándo. Viernes, el sábado y el domingo, a partir de las 20.00 horas.

Dónde. Escuela Navarra de Teatro (San Agustín, 5).

Entrada: 10 euros (en taquilla y en www.laescueladeteatro.com). La entrada en venta anticipada y para personas en situación de desempleo cuesta 8 euros (en taquilla, cualquier día que haya función, desde hora y media antes de dar comienzo).

 

Uruguayo afincado en Pamplona desde hace algo más de dos años, Pedro Paiva es actor, autor y director teatral, además de diseñador gráfico y pintor. Es autor de los espectáculos Breve desconcierto breve, Breve desconcierto nuevo, Un antes y un después, Fo, Lo mejor, El musical y Rómulo, todos representados por Los Modernos.

Después de hacer disfrutar al público en la Escuela Navarra de Teatro (ENT) con Quitapenas, el polifacético actor y autor teatral vuelve mañana a ese mismo escenario con su nuevo espectáculo, Lemon Paiva. A la postre, ¡humor!, que ha querido estrenar en Pamplona antes de hacer temporada en Barcelona. Habrá, hasta el domingo incluido y en el marco de la programación de café-teatro Golfos, tres funciones de esta obra, “una evolución” de Quitapenas –que acaba de tener una muy buena acogida en la ENT- en la que vuelven a darse cita la ironía, el ingenio y la creatividad característicos de Paiva. Él define esta nueva propuesta como “una medicina para la sonrisa con efectos secundarios como el incremento de cariño y los abrazos”.

Su particular “humor de sonrisa, no de risa ni carcajada” -como lo describe el propio Paiva- caracteriza Lemon Paiva. A la postre, ¡humor!, un espectáculo que a su creador le cuesta explicar con palabras. “Hay que verlo”, invita. Sí avanza que es “teatro de texto” y que “tiene mucho de poesía”. Además, anuncia que, a lo largo de la hora que dura esta obra, estará acompañado en escena por “unos pequeños amigos, unos particulares muñecos de madera que he creado en colaboración con gente del teatro y que me dan el pretexto para contar sus historias”. “La obra se va deslizando de mis discursos a sus historias y de sus historias a mis discursos”, cuenta Paiva, cuya pretensión es “que el espectador salga feliz, contento, de haber visto un espectáculo diferente”. Y añade al respecto que “si yo fuera espectador de esta obra, la disfrutaría con una sonrisa”.

Los muñecos de madera que en esta ocasión acompañan al actor aportan una parte de la interacción necesaria en escena. La otra, claro está, la da el público. “El espectador es un integrante más del proceso de la obra. La obra, de hecho, se termina y cobra sentido cuando yo estoy frente al espectador”, sostiene Paiva al respecto, y añade que “el teatro es un acto imperfecto que depende de la interpretación del actor y también de la interacción del público, que siempre tiene una influencia”. Tanto es así que asegura que “a los cinco minutos de comenzar a actuar en escena, yo ya sé cómo va a ir la función. Porque aunque el texto es siempre el mismo, la emoción va a depender de la interacción con el público. Somos una unidad indisoluble”, afirma.

Paiva es un orfebre del lenguaje. Como él reconoce, no tiene otro modo de comunicarse que con la palabra, de la que se sirve para contar historias y situaciones, para transmitir emociones, siempre con un componente inesperado. “Como autor estoy obligado a hablar de cosas que sorprendan, y esas cosas tienen que tener una segunda lectura. En ese sentido, el discurso pasa por la sonrisa”, dice el autor y actor uruguayo afincado en Pamplona. Su manejo del lenguaje, que cuida “estrictamente”, es uno de los reclamos para el público. Es gran parte de la atracción, del interés de sus propuestas teatrales. “Estoy en la etapa del cuidado. Reviso el texto mil veces, hasta el momento que salgo a escena. Tengo que ser exigente con lo mío. Y nunca subestimo a público”, asegura.

Como artista nato, explorador y curioso, Paiva se pregunta: “¿a qué hemos venido a este planeta?”. Un interrogante que late en su universo teatral, y al que intenta acercarse “desde este lugar singular” en el que le coloca el arte escénico, “tratando de mirar cada texto con una visión panorámica, tratando de separarme de ideologías, creencias y prejuicios, para contar desde la universalidad que hemos venido a otra cosa”. ¿Qué cosa? El público tiene ahora la oportunidad de descubrirlo.