Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Restos / Fedra», por la TNT, en el Festival de Olite
CRÍTICA TEATRO
RESTOS / FEDRA. Producción: TNT – Centro Internacional de Investigación Teatral (Andalucía). Autor: Raúl Hernández Garrido. Dirección y coreografía: Juana Casado. Intérpretes: Marga Reyes (Fedra), David Montero (Hipólito), Sarah Calvo, Ángela García, Beatriz Ortega, Aisa Pérez y Elisa Villalba (coro). Espacio sonoro: Emilio Morales. Vestuario: Carmen Granell. Lugar: La Cava del Castillo de Olite. Fecha: Miércoles 3 de agosto. Público: 260 espectadores, más de media entrada.
Ni restos de Fedra
A pesar de su contenido religioso inicial, la transmisión de los mitos griegos no estuvo ligada, como en otras culturas, a la existencia de un libro canónico o dogma que fijaba y transmitía una casta sacerdotal, con lo que se evitaba cualquier alteración con el paso de los siglos, como le sucedió por ejemplo a los de la tradición judía y luego cristianos. En Grecia, el relato de dioses, héroes y fuerzas de la naturaleza se dejó en manos de los poetas, y unos y otros fueron adulterándolo, perdiendo su carácter tradicional y, en última instancia, incluso modificando su sentido primigenio. A este “libertinaje” se sumaron con cierta timidez los romanos y después sin complejos todos los autores que han vuelto a los griegos como fuente de inspiración. Por eso tampoco es de extrañar que la única propuesta de teatro grecolatino de la presente edición del Festival de Olite fuera una Fedra que no fue Fedra, porque ni se le puede calificar siquiera de versión. Lo visto es una reelaboración totalmente alejada del mito, ciertamente sugestiva, firmada por un autor español actual, prestigioso pero escasamente representado, Raúl Hernández Garrido, con la que logró un accésit de un Premio SGAE de 1998. Sin embargo, sí vimos una puesta en escena “a la manera” del teatro griego, fruto de una lectura atenta de sus claves por parte de autor y directora.
El personaje de Fedra, a pesar de que “suena” mucho hoy, no era una referencia popular entre los griegos. Sobre ella escribió una tragedia Sófocles (sólo se conservan unos pocos versos) y dos Eurípides. Su primera versión (hoy perdida) armó gran escándalo por la crudeza con que relataba la historia de la mujer madura enamorada hasta el arrebato de su hijastro Hipólito, y despechada ante su rechazo se suicidaba acusándolo de haberla violado. El marido, Teseo, de regreso al hogar, pedía a Poseidón un castigo severo para el chaval y éste arrojaba sobre su carro un monstruo marino que lo empujaba contra las rocas y lo destrozaba. El pateo exigió al tragediógrafo una versión posterior más acorde a la moralidad ateniense, con personajes algo más íntegros, e incluía la reconciliación de padre e hijo antes de la muerte de éste, por intervención de la diosa Artemis. En ambos casos, Eurípides llevó al varón al título (eran Hipólito velado e Hipólito), y no a la mujer, que desaparecía de escena mediada la obra. El “mensaje” que subyacía era nítido: se castigan los excesos de Fedra e Hipólito, una por exceso y el otro por defecto, los amores estériles (que no pueden procrear) y el atentado a la familia con un adulterio que cuestiona el orden patriarcal. Seneca y Racine dieron su vuelta de tuerca a la trama, Fedra ocupó el título y más espacio y se popularizó.
Restos / Fedra incide en la condición de extranjera de Fedra (que no está en el original ni tiene relevancia en este relato, cuando sí es capital para entender al personaje de Medea) y presenta a un Hipólito de rasgos fascistas, con un discurso agresivo contra los extranjeros que se han “colado” en la polis. El coro hasta canta una canción de ecos hitlerianos. Fedra proviene de un país arrasado por el ejército de Teseo, es decir, por Occidente, como hoy está una parte de Oriente Próximo. Muy de actualidad. Es evidente que los personajes están hablando de la riada de refugiados que ha llegado a Europa en los últimos tiempos.
En el original, Hipólito era un misógino apasionado por la caza que había hecho voto de castidad, lo que irritaba a Afrodita hasta el punto de provocar el deseo en Fedra para fastidiarlo. Aquí es lascivo y monta orgías en la cama de su padre ausente en plan provocador. La versión de RHG es confusa más que ambigua: parece que el malestar de Hipólito es una combinación de racismo en contradicción con la atracción sexual que siente por su madrastra (que es cinco años más joven). Los sentimientos de la propia Fedra también son desconcertantes: intenta un acercamiento al hijastro a pesar de sus desprecios, después le confiesa su amor, más tarde rechaza todo contacto carnal y finalmente no se opone a yacer con él. Y queda embarazada (la Fedra original no podía tener hijos). Decide sobrevivir y criar al vástago. Es decir, nada que ver con lo ya sabido. Hay guiños, eso sí: a pesar del rechazo inicial, el saberse padre parece llevar a Hipólito a un proceso de deslepenización que es castigado por el coro, el pueblo nazificado, que lo ahoga introduciendo su cabeza en el agua (Poseidón, el ejecutor de la venganza de Teseo, era el rey del mar). El padre ni aparece en escena ni siquiera es citado por su nombre. Y la obra acaba con un canto a la vida.
No era lo esperado, pero TNT (la escuela del prestigioso grupo sevillano Atalaya) ofrece una tragedia muy medida de una hora exacta de duración, con una estudiada puesta en escena a base de ocho sillas y cinco cubos con los que se construyen todos los escenarios que precisa la obra, con el acierto de dejar iluminado al fondo el lienzo del castillo olitense para incrementar la sensación de enclaustramiento que padecen los protagonistas. Los dos dan color y expresividad a unos textos que les exigen volcar emociones contradictorias sin una clara transición entre ellas. Dicen sus papeles sin microfonía y logran transmitir un poso de dignidad a sus personajes a pesar de sus sentimientos ambivalentes y comportamientos ciertamente cuestionables. Actúan perfectamente sincronizados con un coro de cinco jóvenes actrices que clava sus parlamentos, desfila, percusiona y baila con total precisión, fijando el sentido y ritmo de una propuesta de dirección que respeta al legado helenístico y es, a la vez, de elegante contemporaneidad.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias de Navarra el viernes 5 de agosto de 2016.
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