CRÍTICA TEATRO

MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES SOUND PARTYProducción: Esencia Producciones, Lagarto Lagarto & Tornabís Producciones  (Aragón). Autor: William Shakespeare. Adaptación y dirección: Alfonso Palomares. Intérpretes: Alfonso Palomares, Amparo Nogués, Kike Lera, Pilar Barrio, Elena Gómez, Manuel López y Macarena Buera. Música original: Kike Lera. Vestuario: Marta Jiménez Salcedo. Lugar: Patio del Castillo de Olite. Fecha: Viernes 5 de agosto. Público: 150 espectadores, lleno.

Shakespeare sesentero

Lo peor de la función programada ayer en el Festival es el título de la obra, confuso, pues de entrada no sabes si vas a asistir a una representación teatral o te van a colar en una fiesta rave y acabarás bailando. Lo más meritorio, el sobresaliente esfuerzo que hizo la compañía para representar a pelo (sin microfonía y al aire libre) en un espacio muy complicado (que además hubo de improvisar horas antes debido al fuerte viento en Olite), con muchos niños y exceso de ruidos en la primera fila (cuando no es una obra para ellos, aunque la siguieron atentamente), con problemas técnicos (se fue la luz en una ocasión) e inevitables de coordinación (pues cuando iba a comenzar la función, con todos los actores ya situados, hubo que esperar a que cruzara el público que salía de la sesión de microteatro). Y, a pesar de todo, los siete actores hicieron un esfuerzo sobresaliente por proyectar la voz, conectar con el público haciéndolo partícipe de las intrigas de una trama compleja, provocar sus carcajadas y, conforme avanzó la función, brillar interpretativamente en sus roles o doblando papel. Se nota que son especialistas en teatro de calle, porque se incardinaron muy bien con las limitadas posibilidades que les ofrecía el patio del palacio olitense.

La obra es una adaptación tremendamente respetuosa, aunque muy podada de las florituras verbales shakespearianas, de una comedia que desbarra hacia el drama en su último tercio, pero que termina con final feliz. Leonata (Leonato en el original) recibe en su palacio de Messina al príncipe Don Pedro de Aragón, su taimada hermana Juana y su consejero, el joven Claudio, quien cae enamorado de Hero, hija de la anfitriona. Juana calumnia a Hero y se rompe el enlace frente al altar pero unos alguaciles descubren el engaño y los jóvenes terminan casados. Los protagonistas de una obra que tiende a lo coral son, sin embargo, Beatriz y Leonardo, dama y caballero que se lanzan pullas desde su aparición en escena porque ambos rechazan la idea del matrimonio. El entorno conspira para que se enamoren, cosa que logran.

Alfonso Palomares ha llevado la versión a un ambiente sesentero, con abundante música melódica de la época, y la ha dirigido inspirado en las típicas comedias alocadas del cine italiano o americano de esa década, con carreras, moviendo de puertas (aquí entradas y salidas continuadas), gesticulación exagerada, personajes casi al borde de la caricaturización y guiños al público. Hay un baile de máscaras que juega con la comedia del arte y la escena más cómica y disparatada, la de los alguaciles, está inspirada sin pudor en películas de Paco Martínez Soria y otras simpáticas españoladas. Palomares se reserva el papel más cómico (Leonardo), hace guiños constantes al público, rompe la ficción dialogando con su técnico de sonido y muestra su alma de clown como líder de los corchetes que descubren la trama. Le sostiene bien en las réplicas Amparo Nogués en el papel de Beatriz, quien logra momentos deliciosos como dama reticente al amor y el matrimonio, con monólogos muy sentidos. Kike Lera, príncipe y también escribano rural, canta deliciosamente y aprovecha la expresividad de su rostro para subrayar estados de ánimo. Elena Gómez logra componer sólo con su mirada atravesada esa figura de malvada de opereta que requiere la propuesta de dirección. La pareja joven Claudio-Hero logra sus momentos más jugosos doblando papeles de alguaciles. Él está más limitado para transmitir verdad en el registro dramático y queda acartonada la acusación a su amada de haberle sido infiel.

La compañía ha asimilado muy bien las claves del teatro participativo de elencos señeros como La Cubana y se mueve con soltura en el patio de sillas, introduce en la acción a varios niños, da a un espectador un papel relevante como cura casamentero y logra al poco de iniciarse la función la complicidad total del público. Las canciones interpretadas en directo, músicas pegadizas y coreografías amables logran el ambiente que requiere una fiesta a la que nos hubiéramos colado sin pretenderlo y nos hacen disfrutar durante 90 minutos abstrayéndonos de las dificultades meteorológicas imperantes. Una propuesta modesta, simpática y que se disfruta con una sonrisa permanente en los labios.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias de Navarra el lunes 8 de agosto de 2016.