CRÍTICA TEATRO

BUENA GENTE. Autor: David Lindsay-Abaire. Versión y dirección: David Serrano. Intérpretes: Verónica Forqué, Juan Fernández, Carmen Arévalo, Carmen Balagué, Inge Martín y Diego Paris. Escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda. Producción: Carlos Lorenzo, Som Produce y Milonga (Madrid). Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: Domingo 26 de junio. Público: 600  espectadores.

Chonis e integrados

La comedia que abrió la temporada de verano del Gayarre, nominada a los Tony en 2011, tiene un título desconcertante y un final un tanto truquero y paradójico. Verónica Forqué encarna de forma brillante a una choni de barrio, Margarita, cuya vida es un poema, pues fue abandonada por su marido y mantiene a una hija de 40 años con retraso físico y psíquico. En la primera escena pierde su trabajo de cajera de supermercado, por llegar un día sí y otro también tarde al trabajo. Es de ese tipo de personas acostumbrada a vivir justo en el límite de la supervivencia pero no por ello deja de fumar y jugar al bingo. Mujer sin suerte aunque vitalista, tiende a buscar culpables externos para justificar una vida de desgracias. Se nos hace simpática pero no es tan buena gente como sugiere el adaptador.

Empujada por sus amigas –excelentes y por momentos hilarantes interpretaciones de Carmen Balagué y Carmen Arévalo, especialmente cuando las tres  amigas discuten a la vez–, acude a pedir trabajo a la consulta de un antiguo novio, Raúl, hoy oftalmólogo bien situado, que pudo “escapar” de las calles donde ambos se criaron.  Los diálogos de ambos son afilados y percibes tanto el descaro de ella como la incomodidad manifiesta de él, a pesar de su esfuerzo por mantener las formas. Después,  la mujer se cuela con malas artes en su casa y trata de chantajearlo, diciéndole que la hija es suya. La escena logra una tensión creciente que culmina con las reacciones de Raúl y su esposa, interpretados también de forma meritoria por Juan Fernández e Inge Martín. El autor ha defendido muy bien a todos sus personajes. El médico tiene un pasado que oculta a su mujer pero se niega a aceptar las etiquetas que le cuelga Margarita sólo porque ella se dejó arrastrar por inercias cuando él sí peleó por mejorar su existencia. Su esposa ahonda las contradicciones de Margarita, quien finalmente confiesa que la revelación es mentira, no sin despedirse revelándole a modo de pequeña venganza un posible lío de él con su enfermera. En la escena final, de vuelta a la barriada, la protagonista confiesa a sus amigas que, en efecto, su hija es fruto de aquella relación efímera, pero no ha querido comprometer a Raúl, lo cual tampoco la redime a nuestros ojos, puesto que si es cierto, usó el embarazo para atrapar a su ex marido.

Una historia, en cualquier caso, que conecta bien con los espectadores y que se presentó en escena magníficamente interpretada. Una delicia la composición de cada uno de los personajes, incluido el joven ex jefe de Margarita, encarnado por Diego Paris. Se sucede una catarata de réplicas cómicas brillantes dichas a gran velocidad, lo que demuestra la excelente mano de David Serrano como director de comedia. Muy inteligente el uso de la escenografía, que permite un cambio rápido entre escenas. Un panel de foro muestra la puerta interior del almacén donde es despedida Margarita, pero es lo suficientemente neutro para enmarcar las escenas del domicilio familiar, el bingo o la consulta con un simple juego de luces y mobiliario. Después, el foro se abre para mostrar el lujoso entorno en el que vive Raúl. La compañía cerró su gira en Pamplona. Lo hizo entre aplausos y pidiendo los actores al público que se levantara para poder hacerse un selfie de recuerdo.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el jueves 30 de junio de 2016.