CRÍTICA TEATRO

MONCHO PANZA. BORRAJEANDO EL QUIJOTE. Producción: Nomedigas SL (Madrid). Autor y director: Moncho Borrajo. Intérpretes: Moncho Borrajo y Lucía Bravo. Lugar: Baluarte. Fecha: Sábado 2 de enero. Público: 400 espectadores.

Cabaré Borrajo

Moncho Borrajo cumplió el 25 de diciembre 66 años de edad y 44 de profesión. Estuvo dos horas y media cronometradas sin parar un solo segundo de hablar, con un discurso perfectamente hilado. Se puede concluir, por lo tanto, que su estado de forma es envidiable, aunque ha perdido la capacidad de sorprender y la popularidad de que gozó hace dos décadas. Este espectáculo cierra una trilogía sobre la realidad española (Golfus hispánicus y Yo, Quevedo) aunque no difiere en lo sustancial de sus anteriores creaciones, más allá de aparecer en escena caracterizado como un personaje y rodeado de una cuidada escenografía, y en esta ocasión con proyecciones en una pantalla. Sigue exhibiendo una excelente voz para la canción, son excelentes sus imitaciones y parodias (esta vez de los diálogos en películas chinas, polacas y rusas) y volvió a cerrar su show  con esa aportación escénica que le ha hecho famoso: cantar una canción improvisando la letra a partir de las palabras que le brindan espontáneamente los espectadores. Ahora, además, la graba y se la entrega a la agraciada.

Sólo en escena, ametrallando sin parar con su lengua viperina a todo lo divino, lo humano y lo político, su espectáculo es en esencia una estilización y puesta al día del antiquísimo trabajo del maestro de ceremonias de cabaré. Ese personaje mordaz, de sexualidad ambigua, que dialoga constantemente con el público –y bromea con él, lo insulta o lo adula alternativamente–, y suelta procacidades y escatologías mientras reparte estopa de la forma más políticamente incorrecta posible. Sin parar de decir tacos, quizá excesivos.

Inteligente como es, comienza metiéndose consigo mismo en su primera interpelación a un espectador: “¿Qué pasa, que nunca habías visto un maricón tan de cerca?”, pregunta. A partir de ahí, entra en confianza. “Se nota que os habéis duchado, oléis diferente en los Sanfermines, cuando vais todos uniformados y parecéis de un colegio del Opus”, sentencia.

La primera hora la dedica a la clase política. Es especialmente hiriente con Rajoy, Ana Botella o Zapatero, pero nadie se salva. Recuerda su rojerío de juventud pero, a pesar de que le piden que no lo haga, también se mete con Podemos: “Si es que me dan los chistes hechos. Ahí tienes a sus dirigentes: un comunista que se apellida Iglesias, un antitaurino llamado “El rejón” y un ladrón que se llama Monedero”, añade. También hizo alusiones locales: “Aquí no tenéis un Gobierno, tenéis un puticlub”, dijo. Y se acordó de la Casa Real y de la Infanta Cristina: “¿La tonta no era la otra? A esta la van a hacer presidenta de la ONCE, porque no ve nada. Se casó y ciega perdida”, ironiza. Y remata para arrancar las carcajadas: “¡Qué bien nos lo estamos pasando, y sin meternos con nadie!”.

Después de la actualidad política, pasa a otros temas muy del gusto del público maduro, como la Preysler (“Se ha pasado al teatro y va a hacer Cinco horas con Mario”) y lo que siempre funciona, el sexo: “¿Eres viuda? Ya te notaba yo una alegría interna, hija”. “Los hombres, como los rotuladores; si se les seca la punta, hay que tirarlos”, añade. “En el País Vasco no hay maricones; son solteros que viven con la amatxu”, subraya. Se entregó incondicionalmente y dejó agotados a los espectadores. Tiene cuerda para rato y la actualidad le pone en bandeja el guión.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el jueves 7 de enero de 2016.