¡AY! Intérpretes: Eva Yerbabuena, baile; Paco Jarana, guitarra; Enrique el Extremeño, José Valencia y Segundo Falcón, cante; Vladimir Dimitrenco, violín; Antonio Coronel, percusión. Dirección musical: Paco, Jarana. Dirección y coreografía: Eva Yerbabuena. Programa: ¡Ay! Programación: ciclo de la Fundación Gayarre. Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: 4 de diciembre. Público: más de media entrada (23, 19, 8 euros).

Eva dolorosa… y fiestera

En Eva Yerbabuena hay, por lo menos, dos mundos excelsos de baile: la investigación corporal de danza contemporánea, y el flamenco. Eva sale a escena sola, y se presenta bailando el silencio. Con una austeridad ceñida de negro, elegante en clave dramática, desencajando de ese cuerpo menudo, pero autoritario, unos movimientos de manos asombrosos -brazos infinitos, manos de temblor-; y unos incipientes taconeos que inventan roces extraños y asientan ritmos rotundos. Su plante es flamenco, pero todavía sigue investigando nuevos movimientos; y, sobre una silla un tanto “cubista” compone un espectáculo de dominio del cuerpo y de danza, soberbio. Lo mismo vuela, en ese alto respaldo, que se crucifica. Y desde allí otea el mundo exterior, y se repliega en su mundo interior, todo al son de una música de corte, también, contemporáneo, que se entrevera con el cante hondo.

El resultado es de inusual belleza y originalidad en lo nuevo y en el flamenco. Porque hay hondura y se canta por derecho: suena la nana, el martinete, las cantiñas, algo de taranta, las seguidillas… Y Eva lo baila añadiendo, incluso, la dificultad del mantón y de la bata de cola, (afortunadamente se ha vuelto, últimamente, a la bata de cola). Multiplica así, el juego de brazos la bailaora con un mantón de amplio vuelo, muy bien ceñido, toreado y arrebolado con mucho arte y extensión. Y cuando la bata de cola se pasea sin control, la recoge para enmarcar un taconeo de virtuosismo extremo; de largo recorrido por la horizontal del escenario, como las bailarinas de ballet en puntas, pero aquí con el repiqueteo de conquista del suelo en todo su esplendor. Taconeo como conclusión y cénit, porque no se abusó de el. No descansa el espectáculo sobre esa -a menudo martilleante- exhibición de tacón. Eva ofrece muchas y muy variadas cosas. Está prácticamente todo el rato en el escenario, y sólo mientras se cambia la alivian un poco los cantaores. Estos estuvieron a la altura. Con un guitarrista que, también, se sobraba del flamenco; un violinista de gran nivel, y una percusión que, en muchos tramos, era protagonista.

Eva baila flamenco casi violentamente; incluso el mantón es tirado y recogido con tajante garbo; y en los giros en remolino -de negro, siempre de negro- nos recuerda -por lo menos a mí- lo que ha quedado grabado de Carmen Amaya. Es Eva una personalidad única, con dominio absoluto y novedad motriz en su cuerpo. Que se mete al público en su oscuridad y en su luz. Gracias, también, a los bien llevados focos que la persiguen, al riguroso y bien elegido vestuario y, por supuesto, a sus músicos.

Por Teobaldos. Publicado en Diario de Noticias el miércoles 9 de diciembre de 2015.