Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «El amor después del amor», de Ados Teatroa, en el Teatro de Villava
CRÍTICA TEATRO
EL AMOR DESPUÉS DEL AMOR. Autora y directora: Garbi Losada. Elenco: Ane Gabarain, Dorleta Urretabizkaia y Sara Cozar. Obra plástica: Dora Salazar. Escenografía: Markos Tomás. Música original: Javier Asín. Dirección técnica: Carlos Pereira. Producción: Ados Teatroa (País Vasco). Lugar: Teatro de Villava. Fecha: Domingo 8 de noviembre. Público: 140 espectadores.
Amores ocultos
El amor después del amor es una obra de riesgo y nada complaciente, de las que te deja mal cuerpo. Expone de forma cruda sobre el escenario temas incómodos, como la enfermedad del Alzheimer y el amor lésbico explícito vivido con complejo de culpa, y deja en el aire otros que sin duda suscitan reflexión, como el derecho de las personas que sufren pérdida de memoria a conservar su intimidad y continuar callando su pasado. Un trabajo valiente pero no redondo. Ya se sabe, el infierno está empedrado de buenas intenciones.
Aurora, viuda, antigua profesora de matemáticas, es plenamente consciente de su progresivo deterioro mental, que no acepta, por lo que vive en un constante estado de agresividad. Su hija ha regresado al hogar familiar para cuidarla y ello le permite descubrir un pasado que desconocía de su madre: al poco de dar a luz abandonó por un tiempo el hogar familiar para vivir libremente su amor por una mujer. En el estado de confusión en el que vive la protagonista, dialoga con su antigua amante, que se visibiliza en escena, y confunde en ocasiones a su hija con aquella.
Tal como se cuenta en la sinopsis sucede en escena, de forma expositiva, encajando la acción en tiempo real con algunos flash-back, pero la obra es esencia es poco teatral. En todas las escenas hay broncas entre los personajes, pero la obra carece de un conflicto interno, que es lo que hace avanzar la trama, y nada de lo que sucede en escena transforma a los personajes. Han faltado recursos a la autora incluso para definir el género teatral de su pieza, que se visibiliza en un error de planteamiento: no hay un protagonista definido. Si lo hubiera sido la hija, se hubiera despertado en el espectador un interés creciente en el acto del descubrimiento de ese pasado materno oculto. En cambio, tal y como se expone, resulta totalmente anticlimático. De serlo Aurora, está todo contado en los primeros diez minutos. Habría que haber engarzado de forma más dramática las decisiones de su pasado con su tragedia presente.
La propuesta es visualmente muy atractiva porque la acción se envuelve con proyecciones del universo pictórico de la artista alsasuarra Dora Salazar, en un estilo fauve impactante, con dibujos a base de brochazos gruesos, que ayudan al espectador a visualizar las palabras dichas en escena y, en cierta medida, entender el caos mental por el que pasa Aurora. Técnicamente, tanto los audiovisuales como el izado y bajada de las pantallas que dividían el escenario fue impecable, y debe subrayarse, aunque el montaje paga el peaje de la iluminación lateral, que proyecta sombras sobre las intérpretes durante sus diálogos.
Las actrices se sincronizaron perfectamente con el aparataje audiovisual pero su actuación se ve lastrada por el esquematismo de los textos, a base de escenas demasiado breves e intensas para lograr naturalidad. Ane Gabarain expone de forma conmovedora la tragedia de la enfermedad en la edad adulta y llena el escenario, aunque se mueve en una permanente acritud que dificulta la empatía. Sara Cozar dobla papel: interpreta a la hija, personaje al que le falta “pasado” para hacer más atractivo su presente, y también a la propia Aurora de joven, cuando vive llena de dudas su amor homosexual. Dorleta Urretabizkaia se enfrenta a un personaje muy esquemático que carece de transmisión.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el sábado 14 de noviembre de 2015.
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