CRÍTICA TEATRO

PEQUEÑOS CRÍMENES CONYUGALES. Autor: Eric-Emmanuel Schmitt. Dirección: Juan Sansegundo. Intérpretes: María Sagrario Mugueta López y Santiago Torre Murga. Compañía: Aquí hay madera (Pamplona). Lugar: Civivox San Jorge. Fecha: Miércoles 21 de octubre. Público: 220 espectadores, más de tres cuartos de entrada.

Otros crímenes 

Schmitt se popularizó en España con su novela El señor Ibrahim y las flores del Corán, acertadamente trasladada a la escena. Pequeños crímenes conyugales se vio en el Gayarre en 2005 interpretada por Amparo Larrañaga y Jorge Sanz, dirigidos por Tamzin Townsend, y dejó buen recuerdo. La obra es un modelo de escritura teatral, un perfecto mecanismo de relojería con un uso maestro de la intriga al pautar sabiamente la información que recibe el espectador. Una pareja llega a casa desde el hospital. Él no recuerda nada ni su pasado ni tampoco reconoce a su mujer. Y pregunta sobre quién era y el accidente doméstico sufrido. Ella se comporta de un modo esquivo y lo que vamos conociendo de él no nos gusta: ególatra, sentencioso, dominante. Pero comete un desliz y su mujer se da cuenta de que recuerda más de lo que dice. En realidad, lo recuerda todo y trata de descubrir las motivaciones del comportamiento de su esposa, que no parece tan inocente y desinteresada como se apuntaba. Durante hora y cuarto, ambos se intercambian los roles de gato y ratón mientras se desvelan las pequeñas miserias conyugales con las que han lidiado. Dramatúrgicamente, hay un punto de giro en el guión a cada poco que cambia nuestra percepción de los personajes.

Los dos intérpretes se han atrevido con una obra exigente y muestran cuajo suficiente en escena para defender sus papeles con solvencia, aunque la obra ganaría en tensión si la dirección hubiera acompasado los momentos climáticos a los puntos de giro, cosa que no ha hecho, y hubiera eliminado la escena inicial a oscuras, tópica y mal dibujada. Santi Torre se mostró muy seguro en su papel y dibujó un Alejandro ambiguo, que podía devenir en canalla o ángel de forma creíble. Iralko Mugueta dio verdad a los momentos dramáticos de Carla pero su interpretación se vio afectada en varios momentos por culpa del ruido ambiental, del que hablaré en párrafo aparte, porque resultó intolerable.

La Muestra Teatro de Aquí del Ayuntamiento de Pamplona ha programado 13 espectáculos que muestran la vitalidad de la escena amateur de la capital. Pero no es de recibo que programe una representación teatral –que atrae a numerosísimo público, y en día laborable–, colocando en el piso superior a la misma hora un taller de baile cuyo taconeo retumba en la sala, a lo que se añade el ruido de la calefacción, similar al motor de un trasatlántico, que además se desactiva a mitad de función, para hacer más evidente su presencia. Si ya estuvo mal que los responsables del Civivox permitan que el patio de butacas se convierta en un aparcadero de niños de corta edad –en un espectáculo adulto, algo que incumple alguna ley seguro– que rompen a hablar y jugar al minuto, fue todavía peor permitir la entrada a una cuadrilla de preadolescentes a los que aquello importaba un rábano y se dedicó –hasta que los chavales se aburrieron o les echaron–, a hablar en voz alta, dejar sonar sus móviles y meter ruido a propósito. Se impone desde ya una normativa clara y una entrada disuasoria, control de edad en las puertas y tratar de que los Civivox sean escuela de civismo. Por respeto a quienes se suben al escenario a darlo todo y a los espectadores, que se merecen ver teatro en unas condiciones dignas.

POR Víctor Iriarte. Publicada en Diario de Noticias el domingo 25 de octubre de 2015.