Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Antígona», por la compañía El bardo, en el Teatro de Villava
CRÍTICA TEATRO
Antígona. Grupo: El Bardo (Villava). Autor: Sófocles. Versión y dirección: Paco Ocaña. Intérpretes: Itziar Andradas, Carolina Calvo, Pablo Asiain, Manolo Almagro, Txuma García, Javier Chocarro, Elena Úriz, Carmen Nadal, Pablo Ruiz de Gauna y Carol Vázquez. Coro: Inma Gutiérrez, Amaia García, Ana Zabalza, Irantzu Parra, Joseba Alzueta, Pablo Ruiz de Gauna, Víctor Asensio y Eneko Asiain. Lugar: Teatro de Villava. Fecha: Sábado 21 de marzo. Público: 300 espectadores, lleno.
Antígona y estilo
El Bardo es uno de los grupos más importantes que ha generado la rica afición al teatro de Villava y que ha cristalizado en torno al liderazgo de Paco Ocaña y su idea de llevar a escena buena literatura, dramática y poética. No se puede dudar de su buen gusto como lector, que combina con un acusado sentido artístico como profesional de la imagen que es y su pasión por la música y, en especial, por el flamenco. Dos montajes basados en poemas de León Felipe y Miguel Hernández; Bodas de sangre, de Lorca, y Divinas palabras, de Valle-Inclán, conformaban su catálogo hasta atreverse ahora con su primer clásico griego. Su arrojo y capacidad de trabajo están a la altura de su vocación de servicio, pues gracias a él podemos disfrutar sobre el escenario de textos complicados de ver en montajes profesionales, debido a la gran cantidad de actores que requieren. Aunque el resultado nunca esté a la altura de su ambición artística, porque es imposible, es preciso reconocer su mérito.
Si hiciéramos un paralelismo con el fútbol, diríamos que Paco Ocaña es un extraordinario preparador físico y entrenador de promesas. Da gusto ver en todos sus montajes el cuidado que pone en que sus actores proyecten bien la voz e intenciones, que los parlamentos lleguen con claridad al patio de butacas y la limpieza con que ordena cada escena. Eso requiere mucho mimo y trabajo y el que sabe de teatro lo nota al primer legañazo. Cuida también los figurines y, de hecho, pocos montajes se han hecho en Navarra en la última década tan bien vestidos como Divinas palabras.
Ahora bien, como entrenador, Ocaña muestra evidentes carencias estratégicas y tácticas y, si se me permite la comparación, su “fútbol” carece de personalidad, además de no lograr dar con la unidad estilística que cada uno de sus montajes reclama. Tiene un defecto que debería corregir de inmediato: evitar echar mano de todos los recursos de que dispone, peguen o no, sacrificando el sentido unitario de su propuesta. Por ejemplo, en esta Antígona cuenta con dos chicas que saben bailar, pero la coreografía no viene a cuento. En Bodas usaba música en directo, siempre un recurso potente, pero lo “mataba” combinándola con otra grabada. Aquí, Tiresias es interpretado por una mujer, pero no se justifica dramáticamente esta opción.
La Antígona de El bardo no es teatro clásico griego porque la tragedia disponía de una codificación que aquí se ha obviado, desde los colores de los ropajes a la forma de “cantar” los versos cada personaje. Ocaña no ha querido o podido encontrar ese sentido ceremonial y el montaje se queda en una tierra de nadie difusa, ni contemporánea ni clásica.
Como siempre con este director, está bien resuelta cada escena aislada, pero es muy deficiente su engarce unas con otras. No se puede entrar desde cualquier lado ni salir por donde mejor convenga (cada género y época tiene su manual) y el recurso al oscuro (que mataba sus Bodas) es de teatro “antiguo”, de otro tiempo. La puesta en escena moderna provee de soluciones que Ocaña debiera conocer y ahí tiene un déficit evidente como espectador. Respecto del estreno, hay que anotar que el peso de los veteranos como Almagro, Nadal o Chocarro da empaque y continuidad a una propuesta donde destaca Itziar Andradas como Antígona. La iluminación fue pobrísima y seguro que será corregida en próximas representaciones.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el lunes 6 de abril de 2015.
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