Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «La entrevista», con Maiken Beitia y Leyre Ruiz, en Civivox Iturrama
CRÍTICA TEATRO
La entrevista. Compañía: El Bucle (Navarra). Autor: Juanjo Ramírez Mascaró. Dirección: El Bucle y Patxi Larrea. Intérpretes: Maiken Beitia y Leyre Ruiz. Diseño de iluminación: Patxi Larrea. Vestuario y atrezzo: El Bucle. Lugar: Civivox Iturrama. Fecha: Jueves 19 de febrero. Público: Media entrada, unos 130 espectadores.
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La productora El Bucle se presentó ante el público en noviembre con Nosotras, drama ambientado en la Guerra Civil, y ahora completa su cartera para los programadores con una obra cómica, que ha testado en un par de localidades antes de mostrarla en Pamplona. La entrevista hace referencia a un marco concreto, el laboral, que ha dado siempre mucho juego en teatro. Recuerdo a botepronto los excelentes dramas de Javier de Dios, Todo va bien y Comida para peces; y dos comedias, Squash, de Ernesto Caballero, y el gran éxito del teatro español de lo que llevamos de siglo, El método Gronholm, de Jordi Galcerán.
Maiken Beitia y Leyre Ruiz parecen haber optado por un texto sin pretensiones, como han hecho otros grupos navarros (Iluna, La Nave, Ambigú, Pánico Escénico), pues es evidente que hay un nicho de mercado para este tipo de propuestas agradecidas, que yo he llegado a adjetivar como “vayasemaniteras”. Teatro con referentes locales, guiones simplistas, personajes caricaturizados y la habitual ensalada de tacos, insinuaciones sexuales y escatológicas… recursos que, por su cercanía al universo de un tipo de espectador concreto, siempre logran arrancar carcajadas. El público de este Civivox, de mediana edad, mayoritariamente femenino y muy agradecido, siguió con agrado la velada.
Pero sorprende que dos actrices de su categoría se pongan el listón tan bajo. El texto no rasca un milímetro en el mundo laboral. Se anuncia como comedia, pero es evidente que el autor no domina el género, con diferencia el más complejo de la escritura teatral. No sabe utilizar ningún recurso dramático para mover la acción, por lo que son los personajes los que tienen que ir explicando lo que pasa. Y a lo fácil, por ejemplo en la primera escena con el recurso manido de la llamada de teléfono, pero hasta eso pobremente utilizado, puesto que: uno, se usa para que el personaje de Inmaculada explique como se siente (por si algún despistado todavía no se ha dado cuenta de que padece los acaloramientos de la menopausia); dos, porque da cuenta de lo que está sucediendo en ese momento, que acabamos de ver; y tres, que ya es el colmo, para anunciar lo que le piensa hacerle a la chica durante la entrevista. Y es que el autor no logra en ninguna escena una progresión dramática ni tampoco sorprender con un giro ingenioso en la trama: las situaciones son artificiosas y los cambios de tono y humor de los personajes, gratuitos. El lenguaje de la chica, además, está mal fijado: se presenta al público mitad choni mitad universitaria sin suerte.
Con este material, de manera inteligente, la codirección ha optado por ir directamente a la farsa y terminar en el disparate, donde no chirrían las situaciones más ridículas, como la competición de flexiones. De esta forma, se aprovechan bien las contrastadas cualidades interpretativas de las dos actrices, que suplen con su gestualidad y vis cómica la limitada gracia de los diálogos. Solo una pega al trabajo actoral: Leyre Ruiz, cuando actúa en el patio de butacas, debe controlar los nervios e interactuar más con el público, escuchar lo que dice e improvisar réplicas distintas a las preparadas. Una voz en off hila estos stektches alargados, que se ofrecen con una puesta en escena limpia y coqueta.
POR Víctor Iriarte. Publicada en Diario de Noticias el martes 24 de febrero de 2015.
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