Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Las heridas del viento», con Kiti Manver y Dani Muriel en el Gayarre
CRÍTICA TEATRO
Las heridas del viento. Compañía: Bernabé Rico & Talycual (Madrid). Autor y director: Juan Carlos Rubio. Interpretación: Kiti Manver y Dani Muriel. Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: Sábado 17 de enero. Público: Lleno.
Ejercicio de estilo
Primera función de temporada y cartel de “Entradas agotadas”, quizá porque encabeza el reparto una actriz conocida, Kiti Manver, o por el “ruido” que arrastra la pieza, al interpretar ella a un hombre, los premios recibidos o la peculiaridad de la producción, ensayada como un “work in progress” y, esto sí que merece reseñarse, con público presente desde el minuto uno en la sala de ensayos, sin duda un desnudamiento del equipo artístico generoso e inhabitual. Quizá también debido al morbo que promete el argumento: un joven descubre un lote de cartas de amor que le envió a su severo padre, recién fallecido, otro hombre, y comienza a indagar. La puesta en escena es sugestiva por minimalista, caja oscura y 4 focos y 2 sillas. El resultado final, sin embargo, es decepcionante y merece una detallada explicación.
Lo diré de entrada, Las heridas del viento es teatro para teatreros y, puesto en la boca de quien esto firma, es un término despectivo. Es teatro para gustarse y gustar al gremio, para epatar, para probarse como autor o intérprete, puro ejercicio de estilo de olvido rápido. Empezando por el texto, que está muy bien escrito; es decir, es muy literario, es decir, es malo. Quedará bien leído, pero en escena suena acartonado y artificioso si los intérpretes usan trasero por culo, misiva por carta, una docena de palabros y una retahíla enervante de adjetivos antepuestos. Así no se habla en la calle y así es imposible un teatro realista. El texto de Juan, el homosexual interpretado por Kiti Manver, es redicho y sentencioso, salvo en las notas humorísticas, que son ingeniosas, y resultaría de difícil digestión en intérprete menos hábil. No te crees el encuentro inicial tal y como se expone y sólo avanzada la función entras en el “duelo”. Las motivaciones están claras desde el minuto uno, la reflexión sobre el desamor desgarradora pero conocida y el desenlace, decepcionante. El sentido de la obra no se corresponde con la frase de apertura y cierre, porque tras la sucesión de encuentros ni sabemos más ni descubrimos nada del fallecido que no hayamos imaginado de inicio.
Respecto de la interpretación, Kiti Manver puede hacer lo que le dé la gana, pues tiene galones y un currículo incontestable lleno de propuestas de riesgo, pero en ningún momento vemos al hombre que representa. Vemos a ella haciendo de hombre. ¿Y qué gana el papel con la mutación, con el hecho de que ese rol sea interpretado por una mujer? La verdad es que nada. No aporta una visión diferente o una nueva perspectiva a la historia. Es gratuito. Para teatreros. Ella tiene momentos espléndidos, pero dos despistes colosales: uno, cuando se sienta en una silla recogiéndose las perneras, y el segundo al levantarse y repasarse el culo con las manos, gesto instintivo que hacen todas las mujeres desde que el mundo es mundo pero jamás ningún hombre, pues ni piensas en cómo te quedará el pantalón por detrás. Viste traje de hombre y no uno confeccionado ad hoc para simular su cuerpo, o sea, también mal. Dani Muriel demuestra ser mucho más que una cara bonita de comedieta televisiva y da la réplica con solvencia. Ambos se superpusieron con carácter a la catarata de toses (la gripe es epidémica en Navarra, dijo el parte de la mañana), al móvil encendido y a comentarios lerdos en voz alta. De auténtico mérito.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el lunes 10 de enero de 2015.
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