CRÍTICA TEATRO

Con fajas y a lo loco. Autora: Maite Redín. Dirección: Maite Redín y Adriana Olmedo. Producción: TDiferencia (Pamplona). Intérpretes: Maite Redín, Adriana Olmedo y Saskia Pérez. Lugar: Casa de Cultura de Villava. Fecha: Viernes 10 de octubre. Público: Dos tercios, alrededor de doscientos espectadores.

Refajos y denuncia

Antes de comenzar la representación, un actor disfrazado de acomodador (de circo más que de teatro, pero acomodador al fin y al cabo), da la bienvenida al público y bromea con él a la vez que amplía la información que ha suministrado en una octavilla. La función está enmarcada en un proyecto de la asociación profesional que agrupa a actores navarros (NAPAE), con subvención del Departamento de Cultura del Gobierno de Navarra. Con este programa, 17 compañías harán 87 actuaciones en 24 localidades. Trabajo para un sector muy castigado por la crisis, que ha sabido reaccionar con una propuesta proactiva que la Administración foral ha respaldado. Así, el espectador villavés se entera de que su ayuntamiento ha pagado sólo la mitad del caché (la otra mitad la costea el Gobierno), lo que se traduce en más programación. Se agradece este plus de información: el ciudadano debe saber por qué y cómo llegan a su escenario las distintas propuestas artísticas y conoce mejor el uso que se da a los fondos públicos.

Para alcanzar el teatro villavés hubo que sortear un toro de fuego, varias atracciones de feria y una populosa verbena con danzas folklóricas que taponaba la calle principal de la localidad, y aun así, en plenas fiestas, hubo una gran entrada. Es evidente que el público está volviendo al teatro, tras la caída de espectadores de los años 12 y 13.

La comedia programada tiene un notable punto a su favor: plantea el acoso sibilino que están sufriendo jóvenes quinceañeras en sus primeras relaciones sentimentales por parte de sus novios, que controlan cómo visten, sus horarios y actividades y con quién están cuando no salen con ellos. Una forma de violencia de género preocupante por parte de chavales que replican comportamientos machistas de sus mayores, actitud a la que ayuda el teléfono móvil. Está en los medios y el mensaje de denuncia no se había visto antes en el escenario.

La trama es simple: dos madres cuarentonas se disfrazan con ropas juveniles (necesitan fajas para embutirse en esos pantalones, de ahí el título) y tratan de pasar inadvertidas en la disco a la que acuden sus hijas. Están preocupadas por lo qu hacen y con quién salen porque las chicas apenas cuentan nada en casa. En la terraza de la disco, escondidas, escuchan la conversación de la hija acosada y la convencerán de la necesidad de romper esa nociva relación. Lo mejor de la pieza son los primeros veinte minutos, muy cómicos, con las dos mujeres analizando su situación y repasando su vida. Ahí la autora demuestra oído para captar el habla y sentimientos de esa generación de mujeres. La obra está bien interpretada, se ve el esfuerzo en vestuario y escenografía, pero haría falta un mayor trabajo autoral. Pasa mucho aquí: continuamente estamos viendo en escena guiones que son primeros borradores necesitados de reescritura. En la segunda parte, se repiten diálogos, se acumulan reacciones sin coherencia, no hay crescendo dramático y, por momentos, el personaje de la madre no dialoga con la hija sino que lanza su mensaje al público. Por todo eso, situaciones y diálogos resultan un tanto artificiosos, aunque el mensaje final llega claro y meridiano: las chicas enamoradas nunca deben aceptar ese control como algo “normal” en una relación.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el martes 14 de octubre de 2014.